viernes, 1 de abril de 2011

Frabulloso día

Caminé, vi en la vitrina, quise chequear algunos libros, la mayoría de ellos, según noté, eran parte de la "recomendación diaria", así que sospeché desde dónde viene la dirección comercial de los libros. 

Estiré el cuello para leer los libros de más arriba, la persona que vende los libros en la tienda salió a verme un par de ocasiones, no disimuló, seguro le parecí sospechoso.  Los trababajadores de la dichosa librería me veían raro, de pies a cabeza algunos, hay varias teorías sobre la razón que los motivó a eso.
De pronto, mientras leía los libros de abajo, escuché una voz (chillona, pero que retumba en mi cabeza  y me hace sonreír cuando la recuerdo) que se dirigió a mí; dijo algo en tono de broma.

Le saludé, con un beso rápido, de esos que no me gustan porque son sólo como compromiso, sólo para sustituir el frío saludo de la mano (no me estoy quejando, sólo describo lo que pasó).

Caminamos media cuadra, cruzamos la calle ahumada por el smog de la ciudad guatemalteca.  A media cuadra me preguntó que a dónde íbamos, supongo que porque nos dirigíamos a un lugar diferente del de la vez anterior.

Dije algo, no sé qué, se río.  Y acá, justo entonces sucedió aquello que no me lo esperaba pero que me encantó: empezó a hablar, a hablar, a hablar, a hablar y no paró de hablar.  En síntesis: habló.  No sé con precisión de qué habló, a lo lejos me suenan algunos temas raros que dijo, como que la bodega está en constante desorden porque no tiene tiempo de ordenarla, pero degusté su socialidad.

Pasó aquello que debía pasar: entró en confianza, se sintió agusto, como si la cosa fuese lo más normal del mundo.  Me encantó, porque ella me encanta, a saber por qué.

Sospechamos que la cosa no estaba tan cerca como había prometido.  Caminamos un par de cuadras más; saludó al protagonista de uno de sus cortometrajes (ja).

Inesperadamente para ella, entramos a un lugar que parecía más elegante de lo que la situación lo ameritaba, vi su sorpresa, que traté de disimular abriendo la puerta rápido y aproximándome a las recepcionistas de edad avanzada.
Vi que habían varias mesas desocupadas, pensé de inmediato que no llevaba tanto efectivo y que definitivamente no aceptarían tarjetas de débito ni de crédito.  Me hice el loco para no estar ofuscado durante el momento más esperado de la semana (me fascina esperar "esos momentos", por eso no soy partidario de ver a las personas muy seguido, esa necesidad es exquisita; por eso prefiero los viernes o los lunes, son finales e inicios).

Nos sentamos, para variar la mesa "cojeaba", pero no quería moverme.  Vi que un señor medianamente elegante se sentó en la mesa del fondo, donde había una vitrola (o algo terminado en "fono", antiguo) y que el sonido exquisito del piano era más romántico de lo que pretendí.

Pedimos algo que dijeron ser "chilaquiles mexicanos", más parecían tacos guatemaltecos de pollo, pero con chile al gusto del cliente.

El plato, según mi acompañante era digno de ser fotografiado.  Claro, cuando lo sirvieron.  Es que tardaron mucho tiempo, tiempo que sirvió para verle.  Para contemplar la mujer, bonita, que tenía enfrente de mí.

Pensaba cada vez menos, estaba empeñado en verla y en confirmar si es bonita o no.  Resultó siéndolo otra vez.

Al fin, la comida se hizo presente, la cual era servida por un gay de primera clase.  Demasiado gay para mi gusto, eso que ni qué.  (Digo, para mi gusto de gays arbitrariamente, no es que me gusten los gays).

Comimos, regresamos, terminaron cobrándome justamente lo que pensé, lo cual me pareció quizás hasta más barato de lo que el lugar ameritaba.

Caminamos de regreso, repetí nerviosamente varias veces que hacía calor pero que no había sol, el día estaba brumoso, pero es que ocasionalmente disimulo mis nervios hablando esas cosas.  Pensándolo bien, no estaba nervioso.
Ella pasó bajo una escalera, superticiosamente nos reímos.

De pronto, ante mis ojos, después de otro de esos fríos besos, desapareció.  Intercambiamos algunos mensajes hasta que me quedé dormido y llegué a mi casa y me di cuenta de que la segunda puerta estaba con llave y tuve que esperar a que llegase alguien más de mi familia para poder entrar, mientras estuve en el patio.


Frabulloso día.  Por lo demás, antes de que terminara el día laboral de la chica, me dijo "bello", aunque luego se arrepintió y dijo que era "bello con ella" y no "bello yo".

Qué me importa que no lo diga.

Por lo demás mis queridos y queridas: me encanta.
Post data.  Hoy otra vez atinaste con el look.  Si me preguntas, prefiero el de hoy al de cualquier otro día.

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