viernes, 25 de noviembre de 2011

Otro relato

La tenía frente a mí; de pies a cabeza completamente desnuda.  Ella estaba tímida por mostrarme su cuerpo, yo ansioso por conocerlo, cada centímetro.

Nos besamos impacientes, luego con sutileza, después otra vez con desgarbada pasión.  Nos veíamos los ojos, nos mordíamos los labios.  Era una mezcla entre lo romántico y lo animal, lo salvaje, lo puramente carnal.

El cuerpo de ella parecía prepararse para aquel momento en el que los dos se convierten en una misma cosa; el mío hacía bastantes minutos que estaba dispuesto, predispuesto.

Ella se sintió la más bella de todas las mujeres, la madre de todos en este planeta (me lo confesó después); yo sólo sentía que era mi mundo y que podía fundirme en ella con un abrazo que parecería eterno, donde la cabeza pierde control sobre la situación circundante.

Yo estaba sentado, ella frente a mí.  Por un momento paré las múltiples caricias y todo contacto físico.  Le pedí que me permitiera verla, admirar su cuerpo, sagrado para mí, templo exquisito.

Ella sonrió, no dijo gran cosa, sólo asintió con más pena que reacción coherente.

Pronto desplomó su cuerpo confiado sobre el mío.  Instantáneamente vino el punto culminante del placer; lo sentí, lo sintió.  Lejos de ser frustrante, fue sólo el preámbulo.

Continué, varios minutos después ella me abrazó fuerte, mordió sus labios y pellizcó levemente mi espalda (señal inequívoca de las contracciones uterinas que le acaecen).  Diez segundos después me pasó lo mismo.

Los dos sonreímos, nos abrazamos sudando, nos agradecimos, nos expresamos amor ahora con palabras orales.  Sonreímos de nuevo, dijimos un par de cosas graciosas.

Ella olía a mí, yo olía a ella.

Estoy en contra de la violencia a las mujeres

En mi país hasta ayer se contabilizaban 651 mujeres asesinadas.  Las denuncias anuales están al borde de los 90 mil casos.

La mujer era antiguamente considerada como un ser inferior, de servicio absoluto en favor de los hombres.

Qué hacemos para prevenir la violencia en contra de las mujeres? por qué tanta saña en contra del ser más maravilloso que habita este planeta?

Ellas son madres, sin ellas no existiríamos.  Ellas son amantes, sin ella la vida sería agria.  Ellas son dulces, sin ellas no habría mucho sentido en el romanticismo.

Yo estoy en contra de la violencia hacia las mujeres.  Repudio, rechazo, condeno y exijo que se respete a la persona, que se de libertad.

Las rosas, se me hace, que fueron inventadas para regalárselas a ellas, porque les da felicidad.  Los poemas, las canciones, los mensajes estéticos tienen un fundamento especial en la inspiración que provocan las mujeres, con sus cuerpos, con sus caracteres, con sus besos, con sus desprecios.

Nosotros, los hombres, dependemos absolutamente de ellas.  Necesitamos de una mujer para nacer, para crecer, para reproducirnos y con frecuencia para morir.

Nacemos en ellas y morimos en ellas.

Estoy en contra de la violencia hacia las mujeres porque ellas nos dan mucha felicidad.  Pero en esencia porque son seres humanos como  los africanos, los asiáticos, los indígenas o cualquiera de nosotros.


Estoy en contra.