Te ilusionas, te ilusionas más, te enamoras. Quizás no es la forma más científica de describir el proceso de enamoramiento. Qué me importa.
Cuando nos empezamos a ilusionar varias cosas suceden adentro de nosotros, sigue las señales:
Idealizas a la persona. Le atribuyes cualidades que no sabes si tiene, los defectos los minimizas. En realidad, te mueres por verle, hablarle, te desesperas un poco y cada vez más, por compartir tiempo a su lado.
Algo curioso: aquellas cosas que sí son "puntos en contra" de él o ella, los ves como "superables" o "aguantables". Maximizas sus virtudes. Si sabe cantar, presumes con tus amigos que "el nuevo" o "la nueva" candidata es cantante. Si sabe bailar, lo presumes; si sabe escribir, destilas esa cualidad por todos lados.
Algo más: le cuentas a tus amig@s de él. Pero, lo cuentas con mucho entusiasmo, entusiasmo que ellos notan y que más de alguno o alguna te lo dirá. Te hará ver que te estás ilusionando, tú sonreirás. Pedirás, como chiquill@ que te molesten con esa persona, y en términos generales, esa nueva persona empieza a consumir parte importante de tu tiempo. NO hablo precisamente de tiempo presencial, sino que, a partir de entonces, dedicas pensamientos a él o a ella.
Cuando empiezas a ilusionarte, inevitablemente recuerdas relaciones anteriores, casi al borde de la comparación.
Continúo luego.
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