Estaba ya descansando, me cepillé los dientes y me decidí, ya que vi la computadora de mi hermano encendida, a escribir algo que siento.
Mi primera admisión.
Cuando la vi entrar a través de la puerta de cristal, mientras yo leía un libro de la manipulación de Televisa en México, como ponen y quitan presidentes del país mexicano, me sorprendí. Me sorprendí porque esperaba a alguien diferente. No precisamente de alguna u otra forma, sólo diferente.
Esencialmente esperaba a alguien fea. Resultó no ser fea, sino ser visualmente agradable, bonita; su sonrisa me pareció interesante, su cabello bien ordenado, la forma de vestir bastante correcta (aclaro que lo que para mí es correcto sí es subjetivo, especialmente en ropa; acá sí tiene razón de ser el relativismo además). Esto pasó el 28 de enero.
Me pareció bonita. Pensé que nunca la volvería a ver.
Pero sí, la volví a ver, tres días después.
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