martes, 1 de febrero de 2011

De lo feliz que me hace pensarte

Qué te puedo decir?

Olvidé el sabor extraño que sentía cuando no respondiste mis diecisiete llamadas.  No sé qué se sentía jamás obtener respuesta de mis mensajes, mis e-mails y demás formas de comunicación terca con que intenté acercarme a tu mente, a tu corazón o a ti simplemente.

Pero por supuesto que el amor no se ausenta.  El amor nunca deja de ser, el amor es siempre.  Yo te amo para siempre.

Se me olvidó, por cierto, aquella cosa agobiante que se siente cuando planeaba cómo sorprenderte, qué cosa decirte que te hiciera sonreír.  Y luego me daba cuenta que la creatividad, el amor, todo eso destilaba cuando dejaba de afanarme.  Las mejores palabras, las letras más bonitas que te dije y las cosas que te di, vinieron con la sola inspiración que provocaba recordarte; recordar la sonrisa, recordar la cosa que me dijiste y que me hizo sentir que el mundo había sido creado exactamente para verte.  Sólo para contemplar, a detalle, toda tú.  Me dediqué a consumirte.  Consumí tus miradas, tus bromas que no daban risa pero de las que me reía.

Admito que no sabía cómo titular este post; las reglas periodísticas dicen que primero se redacta y luego se titula, pero no me funcionó.  Así que pensé en lo feliz que me hace pensarte, en la cosa que siento al recordarte.
Me gustaría encontrarte, sonreír, saber y disfrutar que nadie te amará como yo, no porque yo sea muy bueno, sino porque tú provocaste todo el amor que puede salir.  Ese amor que trasciende, que va más allá de un simple gusto, capricho o cualquier cosa con la que se pueda confundir el amor.

Estoy feliz.  Me hace feliz recordar.  Tengo nostalgia de ti.  Sólo, no sé, me hace falta conquistarte y no lograrlo.  Suena a masoquismo.


Quiero ver tu corazón, desnudo, al aire libre.  Tocarlo, manipularlo.

Apuesto, lo que sea, que aprenderás a amar.  A como dé lugar.

No me pidas que cometa locuras, ninguna más, especialmente la de creerte.


Ya!

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