sábado, 29 de enero de 2011

La verdad? en cuanto la vi suspiré.

La deseé toda.  Por completo.

En realidad, no se veía tan despampanante como a veces me la imagino a distancia.  Se veía simple, sola como ella es.

Por supuesto que la busqué con la mirada, como haciéndole saber todos los suspiros y todos los deseos.  Ella no lo notó, o al menos disimuló muy bien.  Hizo como si nada estuviera pasando.  En la atmósfera se respira algo distinto entre los dos.

Ella no supo con precisión qué hacer o qué decir (porque las mujeres cuando son pretendidas por alguien que no tiene opción hacen eso, como para despistar).  En realidad, se comportó como quien no quiere la cosa y siempre y cuando yo no tocase algún tema que implicara intimidad entre ambos, respondía amigable.

De pronto, pasó algo inesperado.  La lluvia cayó.  Cayó como cuando cae sin avisar.  Mojó cada cosa bajo el cielo.

Y pensé una sola cosa.  O más bien, recordé algo que al parecer ya sabía:

El amor es como la lluvia, no siempre está, pero cuando aparece puede causar grandes desastres naturales.

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