sábado, 27 de noviembre de 2010

Sin título

Enmudeció a gritos.  Gritó en silencio.  Él en realidad mató por vida.  Y vivió por morir.

Al fin y al cabo, el corazón, la vida, morir, entender y esas cosas, dejaron de tener sentido.  La vida es y deja de ser.

Él le escribió 23 razones por las que la amaba.  Y lo hizo así porque un día se le ocurrió que ese era el promedio de los mensajes, e-mails o llamadas que tenía que hacer para que ella le respondiera.

Pensó, iluso a su estilo, que después de 23 "te amo" ella, al igual que los mensajes, los e-mails y las llamadas, respondería. O mejor dicho: correspondería.

Nunca entendió con precisión por qué pensaba aquella inútil cosa.

Esa mujer mató lo más noble y romántico de él.  Lo asesinó de amor y coraje.  Aniquiló su esperanza, y por cierto, acabó con su creencia en los milagros.  El tipo, idiota, dejó de creer en milagros gracias a ella.

Ella debía ser su milagro, su bendición, su "historia de vida", aquella cosa que uno le cuenta a los nietos y no fue nada de eso.  Al contrario, fue alguien que lo torturó con su silencio.


Por supuesto que esta no es mi historia, por si lo estabas pensando.

Mi historia es diferente.  Mi historia es la historia de una mujer que yo amo y que es completamente mía.  Mi historia es la historia de una mujer que yo amo y que no me deja alternativa.  No tengo más opciones.  La amo a chorros, a cuentagotas también. La amo el lunes y el domingo por igual.  La amo y no es algo que pasó ayer o de la noche a la mañana.  YO soy muy duro para amar a alguien.  Casi no amo a la gente, me cuesta mucho.  Y a ella he aprendido, transversalmente, a través de experiencias largas, dolorosas, alegres, a amarla.  Quizás ella no lo sabe.  Y aunque lo sepa, sé que amarla no la condiciona a amarme.  A ella le pasará algo así.  Amará (mentira, es incapaz) a alguien y alguien no.  Le dirá que sí, ella le creerá pero será mentira.  Es broma.

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