sábado, 27 de noviembre de 2010

Historia

Les contaré la historia de una mujer.  Una mujer de cabello negro, ni largo ni corto.  Nunca había sido amada.
Ella deseaba recibir un poco de afecto, ser amada.  Anhelaba con intensidad recibir tarjetas, chocolates y peluches en el Día de San Valentín.  Por alguna razón, o costumbre, deseaba que un chico la invitase al cine, a ver el estreno de Harry Potter en 3D quizás.

Ella soñaba con recibir un mensajito de texto que dijera "estaba pensando en ti, te amo".  Y a lo mejor soñaba eso porque en su entorno, eso pasaba.  Sus amigas eran cortejadas por caballeros que decían tener buenas intenciones (en realidad lo único que querían era no sentirse solos, como la mujer del cabello largo ni largo ni corto).

Quiso ser amada.  A cambio ofrecía amor, fidelidad y entusiasmo a la hora de hacer el amor (no sabía bien por qué pensaba en el entusiasmo como elemento esencial a la hora de hacer el amor con alguien).

Nadie la había amado.  Y no porque fuera fea; pasaba lo opuesto: era increíblemente bella, tanto, que daba miedo acercársele con alguna intención.  Vamos, uno de hombre suponía que, además de tener novio, era una chica inalcanzable, demasiado para un simple mortal.

Un buen día (sí, un bueeen día), un hombre decidió amarla.  La amó como quiso, como pudo, como supo, como entendía que un hombre podía amar a una mujer.
Amó su cabello negro intenso, ni largo ni corto.

Cuando fue amada, sintió que había alcanzado un éxito superlativo.


Al día siguiente de haber hecho el amor - con entusiasmo, claro - notó que el sentimiento seguía allí, a pesar de ser amada.

Visitó brujos, chamanes, pastores, sacerdotes y hasta a sus padres.  Nadie la sació.

Una noche, después de haber hecho el amor entusiasmada, entendió la cosa: ella no necesitaba que la amaran, sino amar.

Y aunque el chico era bueno, detallista, lo que las mujeres definen como "lindo", dulce, atento, caballeroso y demás, ella no sentía aquella cosa que uno debe o cree que debe sentir para DECIDIR amar a alguien.

Su insatisfacción continuó.  Él se marchó cuando ella se lo pidió.

La mujer, por cierto, siete días y doce horas después de que él se fue, terminó por asesinarse.  Se colgó en la habitación donde el amor entusiasmado se presentó tantas veces.


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