domingo, 17 de octubre de 2010

Quienes me conocen un poco (o a quienes les he dado acceso a mi vida personal, que son muy pocos) saben que Dulce Noviembre es una de mis películas favoritas, o la que más me gusta quizás.

Noviembre es desde entonces un mes especial para mí.  En mi país es un mes con mucho viento, con frío y el preámbulo ideal para las fiestas de fin de año.

Cada noviembre he deseado que algo diferente pase.  Y no por la película, sino como excusa al nombre que titula precisamente esa cinta.  Cada noviembre he querido que las cosas sean diferentes.  He intentado portarme bien (por aquello de que Santa exista) y jamás he hecho algo deliberado para dañar el corazón de alguien.  He procurado respetar a las mujeres que me rodean y de amar con toda la fe y la intensidad posible a una.  De hecho, cuando aparece alguna chica siempre tiro la idea de que pudiera sentirme atraído, por querer ser fiel a la idea de amar a una sola.  A la misma de siempre.

Este noviembre próximo quizás sea histórico.  Histórico porque sigo creyendo en milagros.  Histórico porque tal vez ella salga de mí, para siempre.  Es sólo que no quisiera.  Estoy tan amoldado a amarla. Estoy simplemente feliz de amarla así.  Aunque ella no sienta ni un poquito de lo que yo siento por ella.  Pero me parece que no es justo para la humanidad y para mí (yo soy parte de la humanidad) seguir esto.

Ella no vale la pena.  Ella vale mi mejor esfuerzo y todas mis penas.  Ella vale aquello que seré y lo que soy.  Pero lo vale como mujer, como el lugar que podría llegar a ocupar en mi vida.

Only Time de Enya, es la canción de esa película.  Y por alguna muy misteriosa razón me recuerda que amo a esta bendita mujer.

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