domingo, 17 de octubre de 2010

Adiós

Aunque sabes que haría cualquier cosa para hacer que me amaras, creo que ya no tiene sentido que lo haga.

Ya has tomado tu decisión.


Fue un gusto tratar de conquistarte.  Fue un verdadero privilegio intentar enamorarte.  Disfruté cada instante que pasé a tu lado, sólo admirando tu belleza o deseando que en ese preciso instante te estuvieras enamorando de mí.

En realidad me gustó la angustia que sentí (y que por algún tiempo seguiré sintiendo, no cabe duda) cuando te veía venir.  Me reí y viví con toda mi alma la experiencia de temblar frente de ti.

Amé las conversaciones largas, extrañas y con un toque de ese algo especial que se necesita que tuvimos.  Amé escuchar tu voz al otro lado del teléfono y, por supuesto, amé tenerte cara a cara y disfrutar en primera fila la exposición de tu belleza.

Perdona lo idiota de mí.  Perdona el montón de mensajes que hice llegar a tu bandeja de entrada (un día envié casi cien en menos de 24 horas); perdón por todos los e-mails infructuosos que saturaron tu buzón.  Lamento mucho la incomodidad que sentiste al ver mi nombre y mi número en la pantalla de tu celular.  Cada uno de esos intentos sólo querían decir: te amo con toda el alma.

Disculpa las molestias que pude haberte causado al hablarle a la gente sobre lo que sentía por ti.  Fue una cosa idiota en un momento desesperado.  Por supuesto, cuando lo hice esperé que en vez de sulfurarte, me amaras un poco.

Siento mucho haber deseado que me amaras cuando ya me habías dicho que no lo hacías.  Fuiste muy clara desde el principio, pero soñé un poco, pensé que si te daba lo mejor de mí podrías amarme, pero fracasé.


Fracasé en mi intento por hacerme evidente en tu vida.  Fracasé en querer saber qué se sentía que me amaras.



Gracias por soportarme.  Sólo hubiera querido que fueras un poco más cortés, y que no fingieras ser amiga, porque nunca quisiste serlo.  Jamás hiciste ni siquiera el MÍNIMO intento por ser mi amiga, sólo querías calmar tu conciencia para no tener la carga de que la vida, Dios o el destino, te hicieran cosechar aquello que habías sembrado.


Intentaré respirar con aire artificial, hasta que te salgas de mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario