domingo, 31 de octubre de 2010

Así pasa

Estoy sentado frente a la pantalla de mi computadora, que no sé por qué tengo la sensación de que es grande.  Sobre el escritorio hay dos celulares, una memoria USB, un resaltador, un billete de a Q 20.00, mis llaves (recientemente estrenadas porque perdí las anteriores), un estado de cuenta del banco, un calendario de viajes, dos cajitas de lactobacilos, un billete de a Q 1.00 roto, las baterías de mi cámara digital, un par de dvd's de la cámara de video.  En el suelo hay dos ediciones de Prensa Libre, que me gusta más el sentido comercial que el periodístico.

Y también puedo ver una alcancilla en forma de casita.

Pero quiero tratar de hacer un verdadero esfuerzo por describir exacta y literalmente aquello que pienso y siento cuando te veo.  Quiero apelar a mi calidad narrativa y de verdad escribir lo que viene a suceder adentro de mí cuando te veo.

Y es que la verdad me pasa que trato de mantener la calma, de hecho, trato de parecer frío, como si no me importara que apareciste, para no mostrarme desesperado.

Se me atraviesa un "te amo" en la mente, que quisiera decírtelo pero me apena que te incomode la cosa.  El ritmo cardíaco se me atrofia un poco y se me acelera otro (no exagero).  Deseo contarte todo lo que hice en la semana, las veces que pensé en ti, lo poético y lo profético.  Me gustaría nada más saber que entre tu desorden y lo cotidiano de tus relajos soy yo el que aparece en tu mente si se trata de amor.

Recapacito y analizo que si te externo mis pensamientos te asustarás, dirás que no sabes qué decir y yo me pondré necio y desesperante preguntando aquello para lo que no tienes respuesta inmediata (o la respuesta la consideras demasiado "dolorosa" como para decirla).

Considero seriamente insultarte, pero me calmo.  Es que me gustaría reclamarte que te amo y que parece que tú te la pasas taaaan bien sin mí.  Pero luego entiendo que sería una idiotez eso.

Ahora hago una broma para distender mis nervios.  Recuerdo aquello que imaginé que te diría al verte, no lo tengo con claridad en mente porque eso siempre nos pasa: preparamos  tanto ese momento  y al final no resulta como creímos.

Me pregunto cómo me estarás viendo.  Si me ves feo, si me ves tierno, si me ves abusivo, si me ves como el chico de tus sueños.  Me preocupa entonces cualquier imperfección, desde detalles físicos hasta aspectos totalmente materiales.  Trato de hacer un rápido repaso: si me cepillé los dientes, si me apliqué desodorante, si me peiné (esto casi nunca lo hago) o si al menos la ropa que llevo combina  en colores (esto tampoco lo sé hacer sin ayuda).  Todo parece estar en orden, sólo queda esperar a que un milagro acontezca y te guste.  Espero haber seleccionado bien mi ropa.

En la misma milésima de segundo recupero la calma.  Y digo algún dato interesante, como para que parezca que no estoy nervioso.  Recuerdo si esa semana hubo alguna fecha digna de celebrar, un cumpleaños, alguna efeméride o me invento cualquier cosa.  Te digo sobre algún evento, concierto, partido de fútbol, cualquier cosa.  Es que además, cuando no digo nada de esto, tú crees que estoy molesto.  Quizás porque siempre estoy hablando y tú soportándome.

Digo algo cariñoso.

Te insinúo algo más, te pido que me sonrías, que me vuelvas a saludar, que me abraces o que me digas que me quieres.  Intento ser más amigo que amante.

De pronto, sin querer, me muestro áspero, frío.  Como que no me gustas y como que no te amo.  Aunque los dos sabemos que mi amor es tan intenso como las nevadas de Nueva York.

A estas alturas el montón de pensamientos ya no son lógicos ni cuerdos.  Ya sólo quiero estar allí, disfrutar tu sola presencia.  Te amo.  Observo tu atuendo, cualquiera que sea, me gustas, toda.  Trato de entender las razones por las que te peinaste de esa forma o por qué no te peinaste y al no encontrar ninguna lógica (sólo se me ocurre que no tuviste ganas, que estás loca o que consideras que así me gustas), concluyo en que así te gusta verte.  Y la verdad a mí también.  Lo que más me gusta de ti es aquello que haces, que no hacen los demás.  Lo que más amo de tu ser es lo naturalmente bella que eres.  Las imperfecciones son parte de lo perfecto de ti.


Las revoluciones empiezan a bajar y estoy listo para regalarte un dulce, un chicle, una pulsera, una mini muñeca típica o cualquier cosa que se me pudo haber ocurrido.  

Te amo.  De verdad te amo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario