miércoles, 22 de septiembre de 2010

A veces me aparto de mí.  Soy quien no quisiera ser o tal vez quien siempre quise ser.

Soy frío, insensible.  Capaz de matar.  Matar por amor, matar por odio, da lo mismo.

A veces desconozco la delgada línea entre lo imbécil y lo tierno.

A veces soy capaz de destrozar la vida de cualquiera con palabras, pero sobre todo con hechos concretos y decididos.

A veces herir los sentimientos de alguien se convierte en mi misión y mi destino.  Pero otras veces, protegería los sentimientos de quien amo, a capa y espada.

A veces me guardo para ella.  Otras estoy dispuesto a entregarme a la primera que aparezca.

A veces, como hoy, soy dramático hasta la pura madre.  Otras veces soy simple, corriente, al borde de lo vulgar.

A veces soy culto, refinado, sonriente, carismático.  Otras veces soy apático, cerrado, callado, tonto.

Unas veces caigo bien.  Otras veces soy el peor enemigo de cualquiera.

Hay días que permanezco con la idea santa de castidad y matrimonio.  Y otras busco cualquier excusa para aprovecharme del cuerpo de una mujer.


Ya estoy harto de ser paciente, bonbadoso y respetuoso. Más valiera no creer en Dios, usar un skate y no peinarme.  Eso suele ser atractivo, eso, lo idiota, lo que no trasciende suele atraer.

A veces quisiera ser cualquier cosa, menos lo que soy.

¿Dónde meto aquello que quise ser?  Hoy no estoy, está sólo mi ausencia.


No pido que todo me salga siempre bien.  Sólo quiero que lo idiota desaparezca de mí.  Sólo quisiera odiar a quien amo y amar a quien odio.

Me gustaría que las Iglesias dejaran de predicar tanto y verdaderamente sirvieran de algo.  A veces quisiera que el hombre y la mujer que predican un lunes, un martes, un miércoles, un jueves y un viernes por la noche, entendiera que DE NADA nos sirven sus palabras si no vive lo que hace.  No soporto alguien que habla desde un altar cosas que no vive.  No soporto alguien que predicó una semana y a la siguiente tortura a alguien por su inestabilidad emocional.

Quisiera no estar escribiendo esto.  Pero a la vez quisiera reescribirlo y desahogar lo idiota que hay en mí.

Hoy me alejaré de lo que soy.  Dejaré de ser lo que era.

Ella se llevó lo mejor de mí.  Ella es responsable de que ninguna otra mujer pueda recibir de mí lo mejor.  Yo me encargué de ayudarla a ser mejor, para alguien más.  Y ella se encargó de deteriorar mi carácter.

Es mentira.  Ella es transversal.  Ella me enseñó la esencia del amor.

La odio.

Tampoco es cierto.  La amo.

Quisiera saber que nunca existió y que era una ilusión mental.  Eso no es cierto.  Quisiera amarla más.

Quiero amarla más de lo que ya la amo.  Quiero amarla tanto que no pueda existir nadie que amó así en esta tierra.  Quisiera amarla, dar mi vida por ella.

A veces me encierro.  Me idiotizo.  A veces hablo mucho y a veces no digo ni una sola palabra.

Te juro que a veces me pregunto por qué esto es tan difícil.  A veces reconozco que soy dramático, que quizás sólo exagero.  A veces noto que lo que escribo es nada más mis sentimientos al cuadrado.

A veces planeo darte todo de mí.

¿Por qué no puedo sólo amarte y hacerte feliz? ¿por qué no quieres que te haga feliz? ¿por qué no puede existir esto que se supone no debía ser traumático sino saludable y bonito?

¿Por qué no puedes amarme, ni siquiera un poco?


Te escribo desde un lugar que no conocía y que francamente no sé si algún día conozca.  Se encienden las alarmas, el lugar no es lo que yo quería que fuera.

Lo imbécil.  Lo idiota.  Cuando no estoy, dejo de estar, luego aparezco y descubro que nunca estuve.  

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