miércoles, 22 de septiembre de 2010

Relatos de mi vida (parte VI)

"Es la única que tiene una mochila blanca" me dijo una mujer que francamente nunca me agradó del todo.

Con esa descripción la ubiqué de inmediato.

Quizás era la chica más deseada de nuestro grado (que como he dicho, tenía cuatro secciones).  Para su edad, francamente su cuerpo había desarrollado de forma acelerada y acrecentada.  No es que yo estuviera pendiente de eso, pero era muy obvio.  Todos los chicos hablaban de ella y sentían alborotadas las hormonas al ver a una mujer más desarrollada que el resto.

Nunca me gustó.  Es decir, sí reconocía que tenía atributos físicos, pero no me gustó para mí.  Quizás era la adecuada para pasar un buen rato, para descubrir el amor y, el sexo, tal como me lo propuso.

Era bastante atrevida, lo recuerdo muy bien.  No me amaba ni nada, sólo se sentía atraída por mi timidez y mi seriedad.  La primera vez que me habló, reía como una mujer segura de sí misma y de que CUALQUIER hombre caerá rendida a sus pies.  Me dijo "me han contado que eres muy serio, aplicado y responsable".  Ella sinceramente intimidaba un poco.  La relación entre ella y yo siempre giró entorno al tema sexual.  Nunca se trató de otra cosa más que de eso.


Sin embargo, después que descubrí que me había quedado solo, quise acercarme a ella.  Pero al igual que con las otras dos, ya era demasiado tarde.  Ella me dijo que "ya no".

Ella decía que yo era como su hermano.  Nos hicimos buenos amigos.  Aunque el último día que la vi terminamos peleados.


Había una chica que se burlaba de mí (ahora que lo pienso) y odiaba a la chica de este relato.  Me hizo cambiar la compañía de una por la otra, sólo para demostrar poder una sobre la otra.  Yo dejé a mi amiga, por la que creí estaba empezando a enamorarse de mí.  No conseguí ninguna de las dos cosas.  Eso sólo ocasionó que perdiera a mi amiga y que me diera cuenta de que la otra sólo jugaba conmigo.

Nunca entendí por qué la vida me trató así.  No supe por qué me perdí tres oportunidades seguidas.

Quizás, como me dijo alguien en Pizza Hut hace unos días, era porque me guardaba para alguien más.  Tristemente ella se refería a que me guardaba para la mujer que cerrará esta serie de relatos.  A esa mujer que me encontró en una de las mejores etapas de mi vida, más maduro, más firme y más dispuesto a proteger sus sentimientos como propios y a hacerla feliz.

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