sábado, 25 de septiembre de 2010

De la seguridad

Pablo era su nombre.  Y me contó su historia en un café del centro histórico de Guatemala.

Cuando lo vi pensé que era un poco desaliñado y que en realidad no era muy simpático, que digamos.  Traía chaqueta gris, camisa corinta y jeans color verde oscuro. Sus zapatos eran sport.

Por un segundo dudé de su buen juicio mental, no sé por qué.

Me dijo que me contaría lo que le había sucedido, sin obviar detalle alguno.

 - nunca esperé que me pasara algo así - inició su relato, no muy convencido, dándole un sorbo a la taza de café negrísimo que había pedido - yo siempre prevengo todo, lo planifico, lo calculo, pero esto verdaderamente se me fue de las manos.

Respiré profundo, invitándolo a ir al grano de inmediato.  No tenía mucho tiempo y lo quería exprimir.

 - era la mujer más bella que ni siquiera hubieras podido imaginar.  Una sonrisa exquisita, entusiasmo alocado, misteriosa, dulce a penas, ojos encantadores, piernas bien torneadas y con la dosis de coquetería necesaria -

En ese momento el ruido de mi celular interrumpió.  Era un mensaje de la mujer que amo y que, a decir de ella, es provocadora del 80% de este blog.  Al respecto agregaría que ella causa el 75% de mis tristezas, el 94% de mi inspiración y el 50% de mis depresiones.

 - la vi y la deseé - prosiguió - pero déjeme agregar que no fue un deseo sexual.  Fue más bien una premonición de que ella tenía un lado espiritual muy profundo y eso me atrajo -

 - ¿Y ella mostró algún interés? - pregunté queriendo llegar al nudo de la historia, al tiempo que tomé un pedazo de pan con chile relleno y lo mastiqué lentamente.

 - sí, un poco.  Aunque en realidad no sé qué pensar.  Ella no me dio señales contundentes de un si ni de un no -

 - sugiero que no te desesperes y aguantes hasta el próximo encuentro para hablarle y acercarte a ella. Sin prisas para que no parezcas desesperado; ni tampoco tan lento como que parezcas desinteresado -

 - sí, pero ella resultó ser demasiado dulce.  Aunque de pronto fue fría.  Fue amable y luego cortante. Fue sociable y otro día se limitó a un rutinario "¿cómo estás?" y sin esperar mi respuesta siguió su camino.  Pudo haber dicho "hola" sino quería respuesta precisa.

"Es una epidemia" pensé para mí.

Mi celular sonó otra vez.  Era un mensaje de la dueña de mis inspiraciones, de la chica extraña de pensamientos amorfos que amo. Sólo era un mensaje, confirmando que nos veríamos el martes.

 - me enamoré, lo admito - dijo con voz firme - de hecho, ella me corresponde, pero...

Le hice una mueca como pude pues tenía la boca llena de pan, queriéndole decir que continuara.  Era mi segundo pan con chile relleno.

 - ...pero es que aunque me corresponde, no me lo dice -


Razoné que yo quisiera la correspondencia de la mujer que ocupa mi pensamiento buena parte de día, aunque no me lo dijera.


 - aún no veo cuál es el problema - le dije.

 - quiero que me lo diga, sólo para intentarlo.  Que me diga que al menos se acercará en amistad a mí, para conocerme - aseguró, evidentemente convencido.


Pensé que su demanda era justa, pero que no le sería cumplida.

 - Pablo - lo interrumpí - ¿ella te dice "no sé" si la presionas con una respuesta?, ¿ella es fría, pero en algún momento es tierna y dulce, como ni ella sabía que podía serlo?, Pablo, ¿ella es increíblemente bonita para ti?, ¿acaso es dentista?

A todo respondió que no.  Los síntomas eran otros.

De repente, exclamé con ganas de irme, después del tercer pan con chile relleno:

 - ¡¿pero acaso en este país ya no hay seguridad?! -

 - ¿de qué tienes miedo? - preguntó extrañado Pablo

 - de que esta mujer me robe el corazón, me secuestre las inspiraciones y viole mi ternura.


Pablo se apresuró a pedir la cuenta y me dijo:

Tienes razón, hace falta seguridad.  O al menos, un seguro para el corazón.

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