viernes, 6 de agosto de 2010

Me gustaría saber que la odio con toda el alma.  Me gustaría verdaderamente saber cómo amarla con toda la pasión que mis entrañas son capaces de producir; quisiera aborrecer su sonrisa y que ese odio fuese puro; me gustaría que dejara de existir.

Me gustaría odiarla, para después amarla.  Me gustaría desconocerla y reconocerla.  Me gustaría darle un beso, porque es bueno.

A veces no pienso.  Me desconozco.  A veces quiero ausentarme de toda cosa llamada sentimientos.

A veces pienso que te odio; pero a ratos mataría por tu amor.

Pasado un tiempo sonrío, suspiro, leo todo lo que he escrito cuando me ausento, me asusto, vuelvo a sonreír, las luces se encienden y todo vuelve.


Quisiera que su amor fuera tan grande como mi odio.  Sería feliz si mi indiferencia consiguiera castigarla.

Sonreiría más si se preocupara o se sintiera mal por las cosas que nunca ha dicho, o por las cosas que ha dicho equivocadamente.  Quisiera que ese golpe cósmico, esa cosa especial que siente la gente cuando se enamora, lo sintiera cuando me viera.


Quisiera ser la cosa que a ella le atraiga.  Quisiera ser su objeto.


A veces quisiera sentir qué sienten las personas que se suicidaron en un puente.  Me gustaría sentir el miedo de estar en la orilla y la tensión que se siente al ir cayendo en el aire.  A veces me gustaría experimentar el golpe mortal al caer al fondo del puente.  Me gustaría saber qué pasa cuando mueres.  Quisiera morir.



Después razono y recuerdo que mi vida es maravillosa.  Recuerdo que amo a una mujer y que esa misma mujer me ama a mí.  Después recuerdo que alguien pagó el precio que era necesario para que yo viviera.  Pienso que mi vida tiene sentido y un propósito increíble.

Me aferro a vivir.  Queriendo vivir en la eternidad.















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