jueves, 3 de septiembre de 2009

De eso

Piensas en esa persona cada dos minutos. Imaginas qué estará haciendo. Inventas qué diría él o ella en determinada circunstancia. Te sorprendes a ti mism@ con deseos de querer llamarle, enviarle un e-mail o un mensaje de texto. Sonríes solo, como loco, suspirando por ese ser que ha dominado tus sentidos últimamente.

Haces un rápido análisis mental y te percatas que en los últimos días, semanas, meses (o años en algunos casos), esa persona ha estado sin tregua en tus pensamientos, es más, ha dejado de ser “lo que ocupa tu mente”, y se ha convertido en tu único pensamiento. Está en la mañana, está en la tarde y está en la noche. Tratas de hacerte creer que no tienes una obsesión, sino que es más bien algo normal, un deseo natural por la amistad que tienen.

Miras varias veces sus e-mails, sus mensajes de texto. Tratas de analizar cada palabra que dijo la última vez que hablaron, te preguntas “qué quiso decir” o “qué estaría pensando”. Piensas varias veces en sus palabras, sonríes.

Finges querer ser sólo su amigo, cuando ella te dice “para eso somos los amigos, ¿verdad?”. Tratas de establecer límites y reglas en el tiempo que dedicarás para pensar en ese ser tan especial, el tiempo que ocuparás en verle y los minutos que le hablarás. Notas que has estado haciendo todo lo posible por coincidir en algún sitio sólo para estar cerca.

Esas cosas pasan. La música parece que toda ha sido inspirada en ti y en él. Antes de dormir ríes pensando que quizás esa persona también piensa en ti justo antes de cerrar sus ojos.

Y a veces, sólo a veces, te cae de golpe el sentimiento que todo eso tú lo imaginas. Notas que no le gustas, que sólo es amable, te sientes mal y se repite el mismo ciclo.

Pero, mis queridos, es importante que yo mencione que amar es dar, NO RECIBIR. Por supuesto, parte TRASCENDENTAL de las relaciones amorosas es también RECIBIR, es que exista esa reciprocidad. Pero en definitiva, el vínculo perfecto que es el amor, tiene su parte más reluciente en el hecho de DAR, de ofrecer algo. O sea, amar es servir y dar. Ahora, para vivir en pareja se necesita recibir también, que los dos se amen, y que dos se amen, quiere decir: que los dos den y que los dos reciban.

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