martes, 15 de abril de 2008

De la muerte

El desaparecimiento natural de alguien, es indudablemente un misterio.
En un momento está, en el otro ya no.
En un momento ríe y piensa, en el otro ya ni respira.
Lo único seguro que tenemos al nacer, es la muerte.
Es un misterio que quedará para la eternidad.
Cuando se nos quita a alguien que amamos, duele. Algunos se quedan con remordimientos, otros simplemente con el recuerdo ingrato que tanto daño hace. Quienes son menos mazoquistas, deciden simplemente ordenar sus recuerdos, administrar sentimientos y tratar de exonerarse. Lo logran por algún tiempo, pero pronto vuelve ese sentimiento extraño.
Y es que a veces parece que algo quedó inconcluso. Teníamos certeza de algo y ahora, ¡por Dios!, jamás, nunca volveremos a ver su rostro o a escuchar su voz.
Otra vez: NUNCA VOLVEREMOS A ESTAR CON ESA PERSONA.
Y lo más cruel: no hay a quien culpar. Dios no es culpable, la persona tampoco. Ja!, no hay mucho que hacer o decir. Cómo sacar del pensamiento a alguien.
Las lágrimas son buenas aliadas, de a poco van limpiando nuestra alma. Una tristeza profunda se hace parte nuestra. Amamos y atesoramos los recuerdos y las imágenes de su rostro. Uno que otro sueño raro donde puedes compartir nuevamente. Al cabo de algún tiempo decides que es momento de aprender a vivir sin él, sin ella. La conciencia de la vida, te hace olvidar la muerte.
En realidad deberíamos vivir todos los días, consciente de la muerte y dar siempre lo mejor de nosotros.
A veces pensamos que la muerte es injusta. A veces que ya era el tiempo correcto. Y de todas maneras es un gran misterio.
Te queda la angustia de dar un último adiós. El sentimiento extraño que ¡ya no está!, sientes soledad porque entre miles de millones de personas en el mundo, una, se fue.
Se quedan los proyectos, los amores, las felicidades y las tristezas.
Un respiro.
Analizamos qué hubiera pasado si tal o cual cosa hubiera sido diferente, soñamos con la idea de una pequeña posiblidad de vida. Pero volvemos a la realidad pensando y sabiendo que ya no está y no volverá. Está muerto, está muerta.
Una sonrisa valiente, retando a la lágrima razonable.
Te haces creer que todo pasa por algo y que hay que seguir viviendo.
En realidad, sabes que nada vale ya. Se murió.

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