miércoles, 19 de diciembre de 2007

Sin título

Quienes saben un poco del arte de titular (poner títulos a textos) entienden que primero se redacta y después se titula, esto para no amarrar el contenido que se escribirá. Digamos que esto suele pasar más en casos eminentemente periodísticos.
Pude haber puesto algún título romántico, algo del amor; de hecho, había colocado inicialmente tres puntos suspensivos, quizás habría sido una idea con más marketing, el cual, en este momento, no necesito, porque no me interesa como tal.
No tengo idea quién leerá esto, a quién alcanzará o si sencillamente servirá de algo. El amor y el odio coinciden en extremos opuestos, son distintos el uno del otro y es ese precisamente el punto de coincidencia.
A veces nos preocupamos mucho por el titular, por saber qué estamos haciendo, nos interesa mucho saber con precisión qué hacemos y por qué. No digo que sea malo. Hoy quise poner sin título esta entrada. Por cierto, no sé por qué siento que ya no escribo como antes, pienso que hace muchos años que no lo hago igual. Hubo años donde quienes leían disfrutaban hacerlo verdaderamente, ahora tengo la oportunidad de llegar a muchas más personas, pero pues parece que perdí lo de hace varios años, unos cuatro o cinco, quizás más. Había bastante ilusionismo, aunque poca precisión. Ahora hay más precisión, pero percibo que se perdió un poco ese ilusionismo. Ahora tengo la sensación que no tuve que haber dicho esto, pero por respeto ajeno y propio, lo dejaré, no lo borraré. Eso sí, sigo exageradamente ilusionado con cada palabra, con cada invento. De pronto ahora escribo mejor, pero exijo más.
No sé, qué sé yo.

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