sábado, 9 de junio de 2012

Me apasionas, evidentemente.

Cuando se trata de ti, de tus desplantes o amores, me apasiono.  No importa qué siempre me haces sonreír.

Hoy recordé tu inseguridad abrupta y las locuras que caracterizan tu carácter.  Quise hablarte, saber cuál fue el pecado capital que cometí para ganarme tu silencio.  Quizás no hice algo, sólo ser como soy no te gusta o te desespera.

¿Alguna vez dirás qué te hice? o ¿acaso dirás que la razón de no hablarme es para no seguir haciéndome daño? es que cualquiera de las dos sonaría feo.

Mejor rehago este post:

Me apasionas.  Cuando estás siento aquella emoción que hace daño a tu estómago y cautiva tu mente; cuando no estás deseo encontrarte, hablarte, sentirme en contacto contigo.  Tus sonrisas, aquellas que obsequias al aire, quiero conquistarlas todas.  No para volverlas prisioneras mías, sino para expandirlas y ser compartidas.

No quiero sonar soso o falso cuando escribo cosas como éstas.  Ni siquiera intento ser romántico, la única cosa que quiero es escribir el cúmulo de sensaciones que vienen a mi mente y logro plasmar con mis dedos.

Me he empezado a resignar con la idea de que jamás volverás a hablarme, eso es injusto, injusta.

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