lunes, 19 de diciembre de 2011

Historia de todos

Él se obligaba a sí mismo a ser feliz; públicamente manifestaba su conformidad y hasta júbilo por la vida que llevaba, sus redes sociales 

se llenaban de amigos (muchos de ellos eran gente que él quería que fueran sus amigos por el estatus social, pero que no lo eran), 

aseguraba que sus errores no eran tal pues le habían dado experiencia y "todo" lo que hoy tenía. La verdad? Tenía amargo el corazón, 

era solitario, se sentía feo por no ser correspondido en el amor (en el fondo sabía que era feo, al menos que tenía sobrepeso, del cual 

también se obligaba a pensar que estaba bien porque quien lo quisiera, lo querría así) y triste.


Entre otras cosas, agregaba emoción a su vida, narrando con vehemencia sus actividades cotidianas vía Facebook, creyendo que así 

aparentaba algo que no era. La realidad era distante.

Mentía sobre todo. Viéndolo bien, todo era mentira y ése era el problema.
Publicaba y contaba aquello que le hacía quedar bien, y cuando un problema le agobiaba sólo escribía las cosas parcialmente porque bien sabía que de entre su lista de "amigos" habían muy pocos realmente interesados. O quién sabe, quizás sólo levantaba expectativas y sospechas para medir su popularidad pues le eNcantaba encontrar notificaciones.

Nunca escribió las partes feas que hacÍa. No decía "me equivoqué", sino esperaba la solución para agradecer "públicamente" a Dios por enmendar.
Él se odiaba. Hasta que supo amar.

En realidad, todos somos un poco así.  Quizás menos, quizás más.  Da igual, lo que no da igual es comprender por qué pasan esas cosas.

Él sólo quería ahuyentarse de él mismo, alejarse de su realidad que no soportaba, pensó que cualquier cosa a su alrededor que la dijera como se le daba la gana, funcionaría bien, al menos creerían su apariencia. 

Así nos pasa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario