miércoles, 8 de junio de 2011

Lo que casi nadie dice

Las personas no somos cosas ni prendas.  No nos quitamos ni nos quitan cuando queremos o cuando quieren.

Las personas valemos y ninguno merece ser tratado mal.  Nadie debe ofender a nadie de forma ventajosa.

Y a veces lastimamos sin querer hacerlo.  A veces creyendo que "yo soy como soy y al que le parezca que me acepte", ofendemos a los demás.  Hay personas que lo único que quieren es bendecirnos y nosotros detenemos esa bendición.

A veces consideramos que "todo nos pela" (eso quiere decir en Guatemala: no me importa lo que los demás digan) y que eso está bien.  Razonamos que la vida es diversión, porque como es corta debemos acabárnosla y disfrutarla lo más posible, en vez de cuidarla y llevarla bien, precisamente por ser corta.

"Cada quién que viva como quiera" dicen los tontos.  Los tontos que creen que somos seres individuales y no sociales.  Todos necesitamos de todos, si muere el panadero, ¿quién hará el pan? (los tontos razonan "ya habrá otro"), si muere el recolector de basura, ¿qué pasará con los deshechos?

Somos sociales.  El sistema del mundo nos aísla cada vez más.  La comunicación ha dejado de ser humana y naturalizada, para ser virtual y lejana desde un computador.  Nos sentimos importantes porque hablamos con muchas personas con un sólo click, inclusive con gente del otro lado del mundo, sin comprender que en realidad somos miserables porque nuestras relaciones son menos humanas y más robóticas.

Somos felices porque tenemos "llamadas ilimitadas" pero no razonamos que al cabo del tiempo la sordera será la enfermedad más común y de nuevo: las relaciones humanas interpersonales se verán afectadas.  Sino tenemos contacto con otros seres humanos, cada vez nos aislamos más, nos desconocemos, nos encerramos y carecemos de sentido común.

Las máquinas no se cansan y hacen siempre bien su trabajo, pero ellas no razonan ni sienten.

Con el tiempo quizás dejemos de comer, porque nos inyectaremos alimento, razonaremos que será más práctica, pero sobre todo: quita menos tiempo y nos hace más productivos (atendiendo a la cultura neoliberal).  Tal vez haya menos convivios, menos reuniones familiares de esas que nos parecen aburridas porque sólo nos sentamos a platicar en vez de tener la angustia y curiosidad de si ya entró un nuevo e-mail, una nueva actualización, un mensaje de texto.  Preferimos los grandes centros comerciales mientras pensamos en la nueva fotografía que alguien subió al Facebook y nos creemos investigadores por seguir links y leer conversaciones ajenas.

Somos menos personas cada día.

Somos cualquier cosa, menos lo que en realidad queremos ser.  Escogemos carreras que sean lucrativas, porque aquellas humanísticas no dejan buenos dividendos y otra vez: nos olvidamos de que somos seres humanos.

Somos lo que sea, menos personas individuales.  Nos han dicho cómo vestirnos, qué comer y cómo lucir.  Debemos vestirnos a la moda (con zapatos, accesorios, peinados), tenemos qué comer McDonald's, Kentucky Fried Chicken o Burger King,cualquiera está bien siempre y cuando responda a intereses transnacionales y la grasa abunde.  Pero eso sí, obligados a vernos flacos, porque así lo dicta la moda, la estética y lo que llaman belleza (cosa tan subjetiva).  Por eso el futuro del negocio es el gimnasio, acompañado de los spa y los centros vacacionales, que surgen como un "oxígeno" a la monotonía.  Todo es parte de un gran sistema de consumo. Ahora prepagamos nuestras vacaciones, nos dicen qué cosa nos relaja y qué nos hace bien para divertirnos, nos engañan con un sistema "todo incluido" pero no nos cuentan que ya está "todo pagado".

Quizás por eso hay menos zapateros, carpinteros y esos oficios que no requerían el amordazamiento académico que pide la universidad, pero que eran placenteros porque hacían lo que querían, cobraban lo que ellos pensaban que era mejor porque en ese entonces la oferta y la demanda iban de la mano, todo se balanceaba justamente.  Ahora sólo hay WalMart.  Ellos nos dicen qué comprar y cuánto pagar, los demandantes no tenemos voz y se nos cercenó el voto.

Los tontos me dicen que "sino quieres que compremos en WalMart, que bebamos café en Starbucks ni comamos rápido en McDonald's, entonces qué hacemos?, hay acaso otra opción?". Por supuesto, tontos, que las opciones son menos.  Personalmente prefiero comprar cosas orgánicas, con menos grasa, más pureza y menos afectiva en contra de la pobreza.  En Guatemala se produce el mejor café del mundo, pero en vez de beberlo procesado con sabores raros en Starbucks, simplemente lo pruebo al natural.  Cocino o como en lugares donde se cocina sano, McDonald's me da náuseas.

Y qué tiene que ver todo esto con el amor?  Nada.

O tal vez mucho.  Las chicas son aisladas, cada vez le tienen más miedo a las relaciones; los hombres le huyen al compromiso y son cada vez más irreverentes y patanes, valiéndose del "me vale todo".  Las mujeres simplemente han dejado de sentir, creyendo que así no sentirán el "dolor del amor", lo que nadie les contó que es que ahora son menos humanas, carecen de esa capacidad de sentir.  Los hombres tampoco se arriesgan y no entregan su corazón, sólo buscan placer.

Así funciona la globalización.  Nos asesina la cultura y la identidad.  Ahora no pertenecemos a nada ni nos sentimos parte de ninguna cosa.  Somos fríos.

Sabemos del último baile internacional, pero poco de las danzas tradicionales indígenas de nuestros países.  Comemos la nueva hamburguesa, pero desconocemos los platillos exquisitos regionales de esta parte del mundo.

Casi todos hablamos inglés, poco más o poco menos, pero cada vez nos comunicamos menos en el lenguaje humano, simple, el del buen vivir.

Amamos los partidos del Barcelona y el Real Madrid y poco nos importa la liga doméstica, donde está el futuro y nuestra realidad próxima.

Es difícil salirse de esa surealidad.  Pero vale la pena.

Nada de eso se compara con admirar las montañas de los montes cuchumatanes en Huehuetenango; el placer de ver las pirámides mayas desde lo alto del templo IV es incalculable en el Parque Tikal.  Y menciono eso porque es lo que conozco, no sé cómo es en otras naciones, pero les aseguro, de cierto les digo, que no hay cosa mejor que aquello que es gratis y no por ser gratis, sino porque las mejores cosas, como respirar, amar y la satisfacción de ayudar, no se pagan.

Esto es lo que nadie dice porque ya casi nadie lo siente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario