viernes, 17 de junio de 2011

156 días

156 días.

"Justamente 156 días" pensó Joaquín tocando su barba.  Exactamente ese tiempo llevaba amaneciendo con un sólo pensamiento: Cristina.

Sin embargo, aunque ni siquiera se hablaban, los dos últimos días fueron especiales porque él amaneció deseando besarla.  Jamás se le acercó, no había calculado si sus labios coincidían con los de ella, pero ya quería darle un beso.  La amó misteriosamente en silencio.  Cuando le preguntaban decía que simplemente le gustaba pero que no le interesaba, esa excusa que todos damos cuando no queremos enamorarnos porque preferimos evitar esa incómoda situación.


La conoció un día mientras él iba a comprar unos tomates al mercado.  Él era un hombre de área rural, no sabía leer ni escribir.  Su piel estaba tostada por el sol que hostigaba su cuerpo al medio día mientras él recorría las cosechas, que eran la única herencia de su difunto padre.  Su padre, regordete y siempre con un bigote grueso, le decía que la escuela no era tan importante como aprender un oficio para ganarse la vida.  Al fin y al cabo, sostenía, las cinco últimas generaciones habían sobrevivido sólo con el fruto de la tierra.  Sólo Joaquín I,  su tataratataratatarabuelo, había conseguido leer y graduarse de bachiller en agricultura.  También lo que sabía de las mujeres, Joaquín se lo debía a su padre, él le decía que jamás las comprendería, pero que no importaba, compensaban con los buenos momentos, especialmente aquellos de placer.  Claro que eso sólo reforzó la idea machista de hombre y mujer que tenía Joaquín quien nunca comprendió por qué las mujeres son las que hacen los oficios domésticos sólo por el simple hecho de ser mujeres.

Joaquín conoció a Cristina mientras ella cantaba una canción a todo pulmón en el mercado.  No sabe con precisión qué le gustó, tal vez nada, quizás sólo la alegría que irradiaba, pensó que ella era segura de sí, lo notaba por la forma en que caminaba, por la costumbre de despreciar el soborno amoroso de varios hombres del pueblo (así decían).

Después de 156 días de amarla en silencio no quedaba más que confesarle su amor.  Así que decidió hacerlo.  Salió de su casa al mercado, la vio a distancia, peinó sus bigotes y se le acercó.

Entonces él sintió un golpe en el corazón cuando de súbito y sin saber de dónde aparecio, un tipo tomó a Cristina por la cintura, la besó desquiciadamente y asesinó cualquier esperanza.

Pero no todo fue triste para Joaquín. Meses después se enamoró de otra, menos jodida y más confianzuda.  Tuvo tres hijos y fueron felices para siempre, excepto aquellos años en que no había buena cosecha por el cambio climático.

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