miércoles, 27 de abril de 2011

Carta número diecinueve

Estaba sentado escuchando a Julio (Melgar) y de pronto vino la señal, justo frente a los dos monitores que hay en esta habitación que sirve para editar audio, video, fotografías, escribir ensayos de política, aquello que pienso del mundo y para llenar este blog, ocasionalmente de mis letras.

Pensé en mi imprudencia del otro día (lo admito) del mensaje sobre que la cosa no funcionaría, porque a pesar de que sí fue algo divino, creo que lo pude haber hecho de otra forma.  Y más tarde planeo enviarte un mensaje al celular, pero pasa que no sé si me arrepentiré, no de hacerlo, sino de la crisis que te puedo causar.  Hoy la señal vino clara.  Fue precisa.

Recordé el día de la carrera en Las Américas.  Pensé que quizás necesitás ayuda con la redacción de algo, cualquier cosa y que a mí pues humildemente me gusta hacer eso (ayudar-te y redactar-te), o que quizás estás con ganas de que alguien suba tu autoestima, te diga aquel cúmulo de cosas que las volvería a decir porque eso pensé en ese momento y porque eso sentí y porque soy firme con aquello que digo, pero sobre todo, con aquello que escribo.  Pensé que de pronto, no sé, quizás tal vez, tuvieras ganas de leer muchas letras mías, de escuchar las cosas tan interesantes que solía decir por teléfono que te hacían quedarte sin palabras (en realidad sí sabías qué decir pero decirlo sonaría demasiado cruel).

Pensé importunadamente en el hipoclorito, en consecuencia en vos. Pero seré honesto, hace unos dos días alguien me preguntó si te extraño (para variar un lector de este sitio, luego una lectora), le respondí la verdad, que no.

Hace unas dos semanas, Jenny me preguntó lo mismo, le dije que no (insisto, es la verdad), me contó que habías chocado o algo así.  No le puse importancia (con una inusual frialdad en mí).  Y nada más.  El domingo anterior, admito que mientras subía las gradas de la parada del Transmetro volteé a ver McDonald's, porque aquella mágica vez que llegamos justo al mismo tiempo con la esperanza de que el otro recordara el acuerdo de vernos ahí, fue precisamente: mágica.  Esa vez te quejaste de tu mamá, te quejaste también del propio carro que se descompuso, dijiste que llevabas la misma ropa sucia del otro día y sin bañarte (oh sorpresa! (es broma)).

Sólo quería saludar.  Mientras escribía este post decidí no enviarte el mensaje y que la señal te llegue igual que a mí y leas esto, sobre todo, que tengas, lo que se necesita tener (valor, agallas, gracia, pena, lástima o lo que sea) para responderme con un "hola" como yo lo hice tantas veces.


No pelees, sólo quería saludar.  Tu hermana me dijo algo doloroso hace varios meses, dijo "vos no soportar haber perdido y que ella - vos - no te pelara".  Fue doloroso, porque de la que consideré mi mejor amiga jamás esperé algo así, tan fuera de foco, alejado totalmente de la realidad.  Uno cuando ama desea el bien de la otra persona (SÍ!!!! LO SIGO SOSTENIENDO) aunque no sea a tu lado.  Pero para hacer eso se necesitan agallas; de un lado - el mío - para aceptar esa circunstancia, y del otro lado - el tuyo - para tener la madurez de decirlo.

¿Ya solucionaste tu problema para expresar y / o sentir amor?


El amor nunca deja de ser.  Pero yo no soy el amor.

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