domingo, 6 de marzo de 2011

Marcelita

Marcela.  Marcelita.  Sus amigos preferían el diminutivo.

No sé por qué poseía la manía vieja de tener el gusto por mantener "varias velas encendidas".  Le gustaba tener pretendientes con esperanzas, AUNQUE no lo hacía con la intención desgraciada de lastimar gente, sólo que, como ella había propuesto en su corazón no enamorarse, pensaba que la misma proposición tenían los demás.

Besó por primera vez a un hombre (bueno, un chico) cuando tuvo su primer novio.  Francamente a ella le daba un poco de miedo eso de "aprender a besar".  Como todo adolescente, se preguntaba si debía "introducir" la lengua en la boca de su pareja (cuando lo pensaba así le daba asco), con cuánta frecuencia, de qué forma.  Quería saber todo.  Pero como no hay libros específicos para aquello que cada uno debe aprender, terminó por vivirlo.  Al principio, no le gustó mucho; después, disfrutaba besar al que resultó ser su primer novio, mismo al que dejó por su segundo novio.

Con su segundo novio, la cosa fue más escueta.  Ella descubrió algunas cosas: ya tenía quince años, no tenía corazón y, si acaso tenía, no era capaz de enamorarse.

Era muy fría.  Fría, fría, fría.  Ni una gota de dulzura (mentira, cuando quería sí lo era).  NO decía "te quiero" (ni soñar con un "te amo"; aunque sí se lo decía a su mascota, una tortuga de aquellas que no crecen) y, por supuesto, al dejar ir a su segundo novio, se preparó para unas largas vacaciones sentimentales.  Okay, debo aclarar: ella no dejó al novio, él se fue.  Y se fue con otra.  Ella, aunque no lo amaba (no porque no tuviera edad, sino porque carecía de esa capacidad), le dolió.  Su corazón se quebró.

Prosigo.  Las vacaciones sentimentales fueron largas y por elección.  Decidió dejar de sentir, echar el sentimentalismo por la borda y una regla esencial: cuando empezara a correr riesgo de enamorarse o  de que se enamoraran de ella, saldría huyendo.

Huiría cuando se sintiera amenazada, cuando la cosa fuera demasiado "en serio" y cada vez que el tipo la intentara besar.  Esa era una clave importante.

Yo pienso que, en caso de querer eso, hubiera "bateado" a cada hombre que conoció desde el principio, pero no, prefirió conocerlos, usarlos y botarlos a todos. Al estilo: "úselo y tírelo".

Ella era inteligente, un poco "inocente" para algunas cosas, con una mirada que, cuando estaba enojada, era capaz de asesinar el alma de cualquiera y atravesarle la espina dorsal del alma, calificada y sobresaliente prácticamente en todo lo que hacía.  Eso, por supuesto, hizo también hacer huir a muchos hombres.

Marcelita empezaba a extrañar el sentimiento de sentirse querida, amada o deseada (dejó de percibir la diferencia).  Resultó ser que sus "amigos", haciendo un análisis introspectivo crítico, no eran sus amigos.  Sólo gente que quería tener con quién juntarse por estatus social.  Marcelita se hizo fama de ser así y los hombres se alejaban de ella, ya sabían que "nunca tomaba en serio a nadie".

Ah, Marcelita.  Le daba vergüenza presentar a sus pretendientes en su casa, en las reuniones sociales, académicas y religiosas a las que asistía (o sea: le daba vergüenza presentarlo donde fuera y justo ahí su corazón - sí, el de ella - se percataba que era tiempo de dejar ir a un chico más porque si no podía presentarlo era porque no era "el hombre de sus sueños"); no le gustaba que la vieran con él; bueno, sólo a veces, cuando era necesario.  Pero definitivamente por ningún motivo permitiría que la relación diera un paso en serio, o lo echaba o huía, pero hasta ahí llegaría el chico en turno.

Al final, Marcela, Marcelita, no tuvo más remedio que admitir que se había equivocado, que debía dulcificar su carácter y que debía aceptar a aquel chico tierno, romántico y cariñoso que siempre la cortejó.

Bueno, la verdad, ese chico tierno, romántico, cariñoso y que siempre la cortejó, no existía.  Así que tuvo que abrir la posibilidad a conocer más gente y ser más abierta.

Se enamoró de un hombre maravilloso.  Fue feliz para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario