lunes, 15 de noviembre de 2010

Una excusa

Su vestido recorrió lentamente su cuerpo al caer, haciendo un pequeño detente en sus caderas.

El vestido pareció caer como cuando cae un edificio desplomado, sin tregua ni previo aviso.

La tenía frente a mí completamente desnuda, indefensa, seria, totalmente entregada.  Estaba muy nervioso, pero no tanto como ella.

Caminó dos pasos hacia donde estaba yo.  Susurró en mi oído un "hazme tuya".  Yo abrí los ojos del susto; no sé por qué me pareció sorpresiva su declaración, era de suponerse que tarde o temprano acabaríamos en la cama, pero nunca lo vi tan cierto como en esos segundos.

Pensamientos iban y venían.  Me sentí poco romántico y muy carnal.  Quise decir algo inteligente (así como cuando escribo en este blog) pero, como es mi costumbre, me reí.  Una risa que podía sacar de lugar todo, no era propicio para el momento.  Pero no, a ella pareció gustarle, quizás porque le gusta todo de mí.

Era uno de esos momentos que quieres grabar en tu mente para toda tu vida.  Y yo sólo quería verla.  No quería ninguna otra cosa, sólo verla, observarla.  Quise conocerla con la mirada; preferí entender su vida con la vista.

Todo pintaba como un preámbulo perfecto.  Hasta que sonó mi celular y era un mensaje.  Un mensaje que decía que debía irme.  Una emergencia del trabajo.

Esa fue la excusa que le dí.

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