Ella quiso empacar su corazón; hacer maletas con todos sus sentimientos. Ella en realidad, haciendo una introspectiva, pensó que era tiempo de guardar todas sus emociones, dárselas a él.
Él, ja, él la amó. La amó sin decirlo. La amó porque los hombres amamos a las mujeres que nos hacen sentir únicos. La amó porque los hombres amamos a las mujeres que nos sonríen y nos hacen sentir que esa sonrisa fue diseñada por Dios para flecharnos.
Le rodó una lágrima por la mejilla, a ella. Pensó que por fin, después de tanta indecisión, tanta cosa difícil, rara y fea, ahora, el amor, el destino, Dios o un triunvirato de los tres, había decidido darle la oportunidad de ser feliz.
Él la abrazó. Le dijo "te amo". Ella lloró. Lo besó y concluyó "yo te amo más".
Se amaron. Y aunque no fueron felices para siempre como dicen las películas al final, casi siempre fueron felices. Decidieron amarse. Decidieron que a pesar de que parte de amar, era también odiar, todo sería genial.
P. D. Qué romántico estoy hoy, por Dios.
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