miércoles, 8 de septiembre de 2010

"No puedes pasar huyendo del amor toda tu vida" le dijo su madre a Gabriela, viéndola por encima de sus anteojos.

Prosiguió: "Ábrete al amor y será lo mejor que te pasará, aunque termine doliendo".

Esas palabras fueron las más confusas, pero verdaderas y sabias que Gabriela pudo haber escuchado aquel día.  Es que Gabriela sobreprotegía su corazón.  Creía que huyendo del amor, estaría libre de él.

En realidad era más miserable.  Ya dice que más vale un bocado pequeño pero en paz, que un gran banquete, pero con gran angustia.

Ella salía con los chicos inadecuados siempre, porque sabía que al no ser el adeucado, no corría riesgo, no sería doloroso entonces.

Nunca se había abierto al amor, porque creía que sería doloroso.  Y era cierto, no había sentido dolor, pero tampoco el placer de amar.

Gabriela era una chica tímida, simpática.  Pero siempre prefería estar con alguien que no hiciera romper sus reglas, que no le pidiera mucho, que no preguntara tanto, que no se involucrara profundamente en temas del amor, que fuera poco pensante, que sólo quisiera vivir el momento y ya.

Pero ella misma se cansó de su juego.

Un buen día.  Decidió enamorarse (DECIDIÓ!!) de un chico que estaba perdidamente enamorada de ella.  Comprendió que no tenía por qué sentir miedo.  Al final, simplemente aceptó que él era el indicado, porque aunque ya lo sabía, quería asegurarse de que él no la lastimaría.  Y cuando decidió entregarse, abrirse, intentar dar lo mejor, sin miedo a salir lastimada, encontró al amor de su vida.

Tiempo después, Gabriela y su hombre, decidieron suicidarse.  Pensaron que sería un "y fueron felices para siempre" bastante romántico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario