domingo, 12 de septiembre de 2010

Carta número once

Quizás esta sea la carta más larga que te escriba, así que de antemano me disculpo.

Hoy cuando te vi haciendo los anuncios, pensé en que si me tocara hacer unos cuantos anuncios creativos para vos.  Sería algo así:

21 de julio.  22:42 horas.  Ese día me confesaste vía mensaje de texto que habías leído el blog, completo.

1 de septiembre.  03:09 horas.  Hice sonar tu celular porque lo habías recuperado y al no tener grabado mi número no ubicaste inmediatamente qué estaba pasando hasta que escuchaste mi voz al otro lado del teléfono.  Te dije "lo bueno es que estabas despierta" y me dijiste con sentido del humor "lo bueno es que no...!".

12 de septiembre.  10:10 horas.  Te dije al oído que particularmente hoy había despertado amándote.  Por cierto, para variar un poco, lo hice con un temblor de extremidades acelerado.

Quiero relatarte algo:
Este mismo domingo 12 de septiembre fui con mi familia a un museo (a petición mía), luego tuvimos problemas con el carro, pero finalmente lo solventamos rápido.  Después fuimos a un centro comercial que no tengo ganas de decir el nombre (un mall, para quienes leen en otros países) y mi hermana quería McDonald's, como a mí no me gustan las hamburguesas, esperé que terminara su Cajita Feliz y después compré un almuerzo de pollo horneado.  Comí con más desesperación que educación.

Pensé en vos.

Caminé con mi mamá y ella estaba comprando carnes.  Noté con curiosidad que entre los huevos, habían huevos de codorniz.  Seguí caminando, vi que toda la gente estaba comprando carnes, al parecer estaban en oferta.

Pensé en vos y decidí separarme de mi familia, para divagar un poco.

Como es usual cuando vamos a casi cualquier lugar, fui a dónde estaban los libros.  Antes de llegar, noté que había mucho bulla y habían varias modelos en una pasarela.  No tuve las más mínima intención de ojear, estaba ensimismado.  No pensaba en otra cosa más que en mí.  Y en los libros.

En el estante se encontraban los libros de Crepúsculo, Eclipse y demás de esas películas cursilescas.  Pensé en vos.  Seguí caminando, vi varios libros.  "La Calle Donde Tú Vives" de Héctor Gaitán; "Los Caballeros Las Prefieren Brutas"; un compendio de Gabriel García Márquez y uno de Gabriela Mistral; "Los Límites En El Amor" de Walter Riso y un montón de aquellos del tipo de "cómo hacerse rico en pocas semanas" o "piense que será rico y lo será".  Libros para mujeres, libros para madres.  Por cierto, uno captó mi atención, de nombre "Preparándolo Para Otra Mujer", según decía la contraportada, era una guía para que las madres preparen a su hijo para la chica de sus sueños.  Me pareció curioso porque usualmente las madres aunque sí les desean el bien a sus hijos, preferirían no preparar a su hijo para "entregarlo" sino preparar a la chica.

Luego pensé que si encontraba algún libro que me hiciera pensar en vos, sería bonito (ahora que lo razono, qué pensamiento tan raro).  Y bajé mi mirada, encontré varios títulos de Paulo Coelho.  Vi Once Minutos, Brida, Ser Como El Río Que Fluye, El Peregrino, etcétera.

Reaccioné que ya había pasado mucho tiempo y que quizás ya era hora de irnos.  Caminé entre los pasillos, sentí que la impulsadora de productos de belleza me miraba insistentemente, así que decidí sorprenderla y de pronto la miré y sonrió.  Yo hice una cara de pocos amigos (no sé por qué me pasa eso).

Escuché otra vez la bulla de la pasarela.  Vi que eran mujeres muy altas, pero feas.  Seguí caminando, pensé en la mujer que me sonrió, finalmente no era tan fea.  Pero de pronto me di cuenta de algo.  Fue así de súbito, un detente en mis pensamientos (que para ese entonces estaban presurosos por encontrar a mi familia que no veía por ningún lado).

De pronto supe que ni las modelos ni ninguna otra mujer llamó mi atención.  Y que en todo momento pensaba en vos.

Quizás porque hoy, como te dije, 12 de septiembre, te amo de forma especial.

Gracias por agradecerle a Él y a mí, mi amor.

Te amo.

Usualmente cuando vengo de la calle saco absolutamente todo lo que traigo en las cuatro bolsas de mi pantalón, así evito lavarlos con dinero o alguna otra cosa importante.  Hoy cuando vacié mis bolsas encontré el envoltorio de la galleta de mantequilla que me pusiste.  Y supe que tenía que escribir esto.

Te amo, porque hay gente que sin conocerte te admira.

Te amo, porque aunque digan lo contrario, sos más bonita que yo.

Te amo.  Y mis "te amo" no es la frase más fácil de pronunciar para mí.  Es quizás lo más complicado que he aprendido a decir.  Para decirte te amo tengo que asegurarme de calmar mis nervios para no temblar como tonto delante de vos.

Muy pocas veces en la vida me he quedado sin palabras, absolutamente absorto, sin saber qué decir.  Y dos de esas veces ha sido por vos.  Ayer cuando me preguntaste qué quería de vos, pensé en todo y no supe qué decir.  Luego supe que la razón descompone las cosas que el corazón debe responder.

Te amo.  A mí no me cabe duda.  Pero te amo de una forma tan limpia que yo mismo me asombro.  Te amo con tanta pureza y transparencia que me asusto un poco.


Post data.  Cuando te enamorés más de mí, al menos intentá contarme chistes.  De esos buenos.  En honor al buen chiste.

Honrá mi amor.  

Te amo con paciencia.  Por cierto, quise decirte muchas veces que hoy te veías guapa, bonita y que tu cabello tenía olor a shampoo (podría ser más poético y decir "tus cabellos irradiaban un olor que atraía mis sentidos", pero me parece más adecuado ser frío y decir que ese shampoo me gusta.  Quizás me grabé el olor porque mi papá trabajó en Colgate - Palmolive y constantemente me regalaba un shampoo con ese olor).

Gracias por disimular.

Quiero hacerte feliz.  Te amo.


Quería dejar constancia de este 120910 (es la fecha).  Te amo.


Quiero que te enamores de mí.  Quiero que para decirme "te amo" vos también sintás nervios.  Quiero hacerte feliz y yo sé (qué increíble esto que diré) que vos me harías feliz a mí.  Muy feliz.


Este es el trato: yo me encargo de hacerte la mujer más feliz del mundo y vos te encargás de hacerme el hombre más feliz del mundo.  El sueño de toda mujer tal vez no sea yo.  Pero quiero  ser el hombre que vos soñaste, sin dejar de ser lo que yo siempre soñé ser.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario