lunes, 26 de julio de 2010

Nos estamos enamorando

- Nos estamos enamorando - afirmó desde su celda el reo número 58307, de la cárcel de máxima seguridad.

- El amor no es algo muy común en lugares como estos; especialmente en casos como el suyo - afirmó de tajo el guardia en turno.

- Tiene usted toda la razón - respondió Omar, el reo enamorado - el amor no se ve mucho, en cualquier lado y menos en una cárcel.



Omar había recién cumplido 28 años de edad; su cumpleaños lo festejó (si así se le puede llamar a un pastel rancio) en la soledad de su celda. No recibió llamadas de felicitación, nadie le sorprendió despertándolo de madrugada para avisarle que era un año más viejo (salvo una rata de enormes proporciones, notablemente bien alimentada por el desaseo típico de las cárceles, que hizo bulla al pasar corriendo con un pedazo de pan que alguien botó en el corredor y que, por supuesto, nadie limpió) y tampoco lo invitaron a comer a un lujoso restaurante; es más, ni siquiera tuvo ocasión de estrenar ropa o abrir un regalo. En realidad, el cumpleaños 28 de Omar no difirió mucho de los anteriores.

El regalo más significativo que recibió al cumplir los 18, exactamente diez años antes, fue de su tío Roberto, quien había fallecido cinco años antes por mujeriego y borracho. La mañana de su décimo octavo aniversario, Omar despertó y al abrir los ojos, su tío estaba enfrente, viendo cómo dormía, al tiempo que soltó una risotada quisquillosa.

"Vístete, hoy te convertirás en hombre" dijo sin preámbulo el tío Roberto.

No tuvo siquiera ocasión de responder.

Omar era virgen por decisión propia. Creyó que debía esperar a la persona correcta para un momento tan especial. Su tío Roberto, empero, tenía por misión "convertirlo" en hombre, como decía él. Lo llevó a un lugar maloliente, oscuro y donde se respiraba el sexo. Al principio, a Omar le pareció curioso ver una fila de hombres esperando turno. La mayoría eran viejos, como su tío Roberto, o primerizos como él (esto a juzgar por su uniforme escolar). Ambos tipos de personas coincidían en deseos por alquilar una mujer, poco dinero para ello y carencia de talento para conseguir gratis aquello que en ese lugar pagarían.

En ese mar de pensamientos, le llegó el turno a Omar. Entró a un cuarto pequeño, con poquísima luz y una cama.

- ¿Ya sabes las reglas? - preguntó una mujer regordeta, mal maquillada.

- No - respondió tímido Omar.

- Eres primerizo. Siempre los hay, todos los días - dijo la prostituta.

Ella le explicó sobre sus posibles miedos y sobre cómo ellas se protegían de las enfermedades de transmisión sexual. Omar sintió náusea, no había desayunado y el olor en ese sitio era terrible.

- Hagamos esto rápido, se acaba tu tiempo y mis clientes están afuera -



Al salir de ese lugar, Omar vomitó, nunca supo con precisión por qué. Su tío Roberto estalló en carcajadas y lo invitó a una cerveza que se convirtió en varias más hasta quedar completamente ebrio.


En su cumpleaños 28, Omar recordó ese día con la nostalgia de respirar el aire de la calle.

El pastel (rancio) lo había llevado al medio día Roxana, de quien según él, se estaba enamorando al mismo tiempo que ella. Apreció el gesto, mas no el pastel, por obvias razones.

Roxana era una chica que conoció en su único semestre en la universidad. Siempre le atrajo, pero ella no le correspondió, según él, hasta que fue sentenciado a prisión.



CONTINUARÁ...


Post data. Esto lo escribí con terrible letra en un cuaderno con líneas, en el recorrido de la universidad hasta el Centro Comercial Miraflores, más o menos.

2 comentarios:

  1. espero con ansias el próximo capítulo :), el tema está fascinante.

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  2. De nuevo Elanor, muchas gracias por leer.

    Pronto vendrá la parte que le sigue a esto. Un abrazo

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