viernes, 21 de agosto de 2009

Que hubiera pasado si...

Quiero escribir.

Desde hace unos días siento una revolución en mi corazón. Recuerdos van, ilusiones vienen. Preguntas van, respuestas inesperadas vienen.

No sé qué pensar. Quisiera platicar con el destino y no para preguntarle por el futuro, sino por el pasado. Me gustaría cuestionar al destino sobre por qué antes nunca dijo las cosas que están pasando hoy. Talvez por la misma razón por la que hoy no dice lo que sucederá dentro de algún tiempo. De todas maneras no sé esa razón y seguramente no la sabré.

Cómo saber.

A veces nos da miedo hablar con la otra persona y lo que menos imaginamos es que esa otra persona se muere porque uno rompa el hielo y decida decir algo.

No puedo escribir lo que quiero porque todavía no logro concebir mis ideas, mis pensamientos; no coordino bien las acciones que debo seguir. Como pocas veces en mi vida, siento que debo hacer algo pero no sé qué. No tengo esa respuesta en la punta de la lengua como suele sucederme.

Normalmente soy alguien que me gusta prevenir las cosas. Trato de estar siempre con la espalda guardada, no me gusta correr riesgos. Pero ahora me sorprendió ese destino ingrato. Es cierto que me gustan las sorpresas y evito controlarlo todo, pero a veces hay cosas que no entendemos.

Como escribió Arjona: “si te hubiese hablado”.

A veces una pequeña decisión puede alterar el futuro de alguien dramáticamente. Una pequeña respuesta como un sí o un no. Una diminuta acción entre ir o no a algún sitio. Esas cosas, alteran todo.


Qué habría pasado si hace muchos años yo hubiera hablado. Talvez nada, talvez todo. Pero tengo clavada esa duda y ahora entiendo que es esa mi inconformidad, que es precisamente esa la espina en el talón. Recién estoy entendiendo que si de verdad existiera una máquina del tiempo, me gustaría saber “que hubiera pasado si…”, pero ya lo dicen que ese “hubiera” no existe. En parte es agradable tener esa duda, en parte es martirizante no poder alterar las cosas aunque deseare hacerlo con todas mis fuerzas.

Nunca había vivido algo de tan semejante magnitud. Tan palpable y vívido. Nunca había sido testigo viviente (o víctima) del “que hubiera pasado si…”, siempre tomo decisiones y asumo las consecuencias. Pero ¿qué pasa cuando tomas decisiones sobre una base que no existe?, ¿qué sucede cuando más que equivocarte, simplemente fuiste pagano de una treta del destino?

A cada minuto tomamos decisiones. Cruzar la calle en una esquina o en la otra. Abordar un autobús o el próximo. Levantarte o esperar “cinco minutos más”. Dormirte o desvelarte por hacer algo. Son decisiones pequeñas, pero que significan mucho.

Estoy sentado en una silla con rodos, que está ubicada frente a la computadora que me ha sido asignada en el cubículo de la oficina de investigación donde trabajo. Aquí, estoy recordando las clases de música que tanto disfruté. Las clases de matemática que tanto sufrí porque no veía desde el asiento trasero, así que tenía que ir copiando las operaciones al ritmo del dictado porque no podría verificar después.

Recuerdo que nos sentábamos en escritorios compartidos con otra persona. A un costado del aula habían varias ventanas grandes que por alguna razón estaban pintadas de azul, supongo que era para que los alumnos no se distrajeran.

Particularmente nuestro profesor de música tenía cara de loco maniático, como del típico profesor de artes. Teníamos una maestra de mecanografía, comercio y servicios y / o contabilidad (daba varias clases cada año) que asustaba. Tenía un color pálido; mejor dicho, no tenía color. Era de un carácter crudo, repulsivo, poco amable. Muy estricta, aunque en realidad era fácil llevarle la corriente y con eso era suficiente para agradarle y pasarla bien.

Los profesores del curso de inglés eran personajes especiales. Un hombre y una mujer. El hombre, trataba de sonreír siempre y parecía que nunca hablaba en serio. La mujer, siempre creí que era una monja, no por sus actitudes precisamente sino por el color recatado de su piel y su forma de vestir.

Ahora que lo pienso cada uno de los profesores eran demasiado pintorescos. Tenía una excelente maestra de idioma español que parecía maestro, pero que era muy agradable y con excelente ortografía. Tuve una profesora guía que era medio lunática, siempre estaba leyendo libros y escribiendo, nunca supo el nombre de ninguno de sus alumnos, pero era muy agradable por sus descuidos y períodos libres que nos otorgaba sin saberlo.

Recuerdo al psicólogo que teníamos por profesor de educación física. Era agradable, con espíritu revolucionario y pensamientos alebrestados, no tenía pelo. De la profesora no quiero hablar.

En cuanto a quién era mi profesor preferido supongo que eran varios, aunque cada uno tenía su encanto. Me gustaba platicar con las dos de idioma español, una por su ortografía y la otra por su pasión literaria. Me divertía con el profesor de música porque siempre parecía enojado, pero en realidad era un romántico empedernido y muy sentimental. Jajaja, cómo olvidarlo. En realidad tenía cara de loco. O era loco.

En el laboratorio de ciencias naturales estaba una señora de todos los años que parecía más preocupada en su jubilación que por otra cosa y, además, otra profesora que creo que era la más joven de todas y tendría unos 35 años de edad. Era muy simpática, agradable, estricta, conocedora, fogosa.

En fin. Recuerdo muy bien a cada uno. No tengo el nombre de todos en mente, pero sí guardo sus enseñanzas – casi de todos – y me divierto cuando vuelvo a vivir de esos recuerdos.

Había un conserje que parecía venido de Brasil, no porque supiera jugar fútbol o bailar zamba sino porque tenía una diminuta cabeza. Siempre me asustó ver el tamaño tan pequeño de la parte superior de su cuerpo.

En fin. Talvez para la gran mayoría que lea esto no tiene ningún significado estas palabras, esos sitios y la descripción de esos profesores. Pero para mí son recuerdos que me hacen regresar en el tiempo, tal si fuera una máquina.


En esos años, regresando a esa época, me doy cuenta de que pude haber dicho y hecho muchas cosas, pero no fue así. No me queda más que recordar, reír, querer llorar y decirme a mí mismo: “qué hubiera pasado si…”.

3 comentarios:

  1. “Si pudiera detener el tiempo y echarle un vistazo al pasado…
    Si el ayer fuera el hoy o el hoy el ayer…
    Si pudiera volverte a ver…”

    …Si pudiera caminar otra vez por esos pasillos, con mi uniforme de faltada gris y mi suerte azul, con mi mochila a cuestas de un lado para otro…
    “si pudiera volverte a ver”

    Posiblemente lo haría todo diferente…
    Posiblemente no seria tan seria…
    Posiblemente no seria tan tímida…
    Posiblemente no seria tan indiferente…

    Pero… que hubiera pasado sí??

    “Podría haberte dicho que me importas eso y un millón de cosas, pude hacerlo y no lo hice… no se por que!, será porque es mas fácil escribirlo? O demostrar lo que es?”

    La verdad no lo se…

    Lo único que se es que esos mágicos años no volverán, pero se quedaron en nuestros corazones, ¡tu te quedaste en mi corazón!...

    No se si es el destino o una coincidencia o solo un capricho del tiempo lo que nos junto otra vez, pero al menos tenemos otra oportunidad…
    Ahora todo es diferente (lose, ya pasamos de moda)… pero que tiene eso de malo!...
    Solo dejemos que el tiempo lo decida…
    ¡Gracias por encontrarme!

    Diana

    ResponderEliminar
  2. No puedo decir nada, jaja.

    Sigamos esperando.

    ResponderEliminar
  3. Sigamos esperando entonces…
    Mientras disfrutemos de la compañía y de las largas platicas…
    Diana

    ResponderEliminar

Gracias por tu comentario