sábado, 11 de julio de 2009

Recuerdos...

El otro día te recordé. Acaricié en mi mente el recuerdo de aquellos días que vivimos. En realidad, no te recordé; simplemente no he podido olvidarte.

Todavía me pregunto por qué decidiste partir, qué sucedió para que escaparas. A la verdad, entiendo que así ha sido bueno: se ha guardado entonces la bendición de la perfección. Y es que la perfección es corta, como tu vida junto a la mía. Eso ha provocado emociones distantes y variadas, raras y melancólicas.

Volvía a pensar en las veces que caminamos hacia tu casa. Las risas que compartimos.

Eso me hace preguntarme si toda la gente espera siempre que yo diga algo gracioso cuando habla conmigo. Talvez sí.

Inventamos un futuro juntos, vivimos un presente efímero y el pasado simplemente no existió, porque no importó. Pienso que la vida nos sonrió y la luna con cara de cómplice apareció aquella vez que caminé alrededor de tu casa hasta que te diste cuenta de que era yo, desesperado por tí.

¿Dónde estás?, no sé qué haces, a qué te dedicas, si todavía estás viva o si piensas en mí. Me gusta pensar que tú también crees que todo fue perfecto. Me gusta imaginar que algunas noches al mes recuerdas cómo era yo, que haces un esfuerzo por reconocer mi cara en el mar de las memorias de tu corazón.

Yo llegué a conocer tu rostro mejor que el mío. Te veía, te admiraba y me gustabas.


Gracias.

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