martes, 28 de abril de 2009

Hoy quiero decir algo

Hoy quiero decir algo. Creo que no continuaré con el “diario” (ya me cayó mal esa palabra).

Pasé el fin de semana con ella y me di cuenta que tiene miedo (cosa que ya sabía, pero ahora lo dijo directamente). Por supuesto, no tiene miedo de mí (sería fácil engañarme pensando que “las mujeres huyen del amor de su vida” y que ése es el caso de ella conmigo), si no que tiene miedo de cualquier cosa relacionada con el romance.

Ok. Todo comenzó porque le hablé sutilmente (como me gusta hacerlo, talvez más por timidez que por mero gusto) “del asunto”. Me dijo que era “injusto” (contextualizándolo, quiso decir que le parecía injusto el hecho que siendo su amigo la viera con ojos románticos porque ella no podía, no quería, no debía, porque simplemente cree que no es el momento o le da miedo). Eso fue el sábado por la noche. Lo dijo así.

Debo recapitular unos años. Hace algún tiempo yo pasaba muchas horas y días con su hermana mayor, mi amiga, y en ese entonces pues yo la veía a ella como la menor, muy simpática, demasiado agradable, pero nada más. En algún momento me di cuenta (o supuse) que yo le gustaba a ella. Teniendo en mente eso, el sábado que le comencé a hablar del asunto, sutilmente le dije: “sé que tuve mis quince minutos de fama con vos”, sonrió como pensando “wow, cómo lo sabías?”, aunque confundí también un poco esa expresión con el “jaja, es inteligente y aunque no es cierto lo que dice, me gusta que sea atrevido”. Continué diciendo: “…y sé que los perdí; cómo pude darme cuenta hasta después?, se me pasaron mis quince minutos de fama!!”, sonrió nuevamente y dijo “todavía tenés alguna fama”, lo dijo exageradamente tímida, sin convicción, pero consciente de que era verdad. Siento que su corazón me tiene como una opción, lejana, probable, pero que aunque fuese la mejor, no la tomará; por miedo, porque no es el momento (creo que no es el momento en realidad) o por cualquier razón. Después nos sacamos unas auto fotografías (ambos acostados en el suelo, ella tomó mi cámara y la disparó sobre nuestros rostros) y olvidamos el asunto. Debo decir que aunque a mí me parece que la acoso, cada vez que me disculpo por ser un perseguidor (perseguidor, dícese del hombre que persigue a una mujer: llama, llama, llama, manda mensajes, e – mails, llama, busca), me dice que no, que no la aburro ni se siente acosada.

Por qué te sacarías una fotografía con alguien que te acosa?, pienso por eso mismo que efectivamente en vez de sentirse perseguida, se siente un tanto persuadida; trata de no cerrar la puerta por eso, pero tampoco de abrirla para que yo no pase.



El domingo por la mañana en cuanto la ví, lo único que quería era pedirle perdón por ser injusto. En realidad tiene razón, se está cometiendo una injusticia. Alguien ama románticamente a alguien que no le ama de esa misma forma, hay un desequilibrio, algo injusto. Así que cuando la ví nos abrazamos (porque eso hacemos siempre, somos amigos) y antes que yo pudiera hablar ella me dijo “perdón por lo de anoche pero es que me da miedo, me da demasiado miedo”, sin contestar nada le dije “perdón por ser injusto, me había prometido a mí mismo no insistir con el tema”. Sonrió como diciendo “cómo me pides perdón?, soy yo la que debería excusarse”.

En fin, la abracé otra vez y le dije que la quiero. Dijo que también me quiere.



Insisto, ese “tengo miedo”, no es “tengo miedo de ti”, es más bien “me da miedo darme la oportunidad de enamorarme, de vos o de cualquiera”. Y me lo dice porque me tiene confianza, lo cual es valiosísimo.


Ah. Otro detalle.

El sábado por la noche. Cuando se despidió de mí, yo le dije “dame tu mano” y me dio la mano como la damos los hombres, un saludo de esos juveniles, informales. O sea, parece simple, pero cuando le das tu mano a alguien (vamos chicas, ustedes saben de qué hablo), dice mucho la forma en que lo haces. No es lo mismo entrelazar sus dedos, que simplemente dar la mano como saludo. Ella sólo lo hizo como saludo y, por supuesto, como toda mujer (inteligente), sabía qué estaba haciendo. Insistí y le dije una segunda vez “dame tu mano”, me la dio más suavemente, la apreté, como lo hace todo hombre (inteligente) queriendo transmitir algo y rápidamente la retiró, hizo un gesto diciendo “no, no te equivoques; te dí mi mano porque la pediste y como somos amigos, no te la puedo negar, pero tampoco te estoy diciendo que ya estoy lista para tomar tu mano”.

Por cierto. Mi problema no es el debate de “me enamoré de mi mejor amiga”, no, no, no, no. NADA DE ESO.


Bueno, no quiero más escribir todos los días de ella porque en realidad quiero darme un respiro sano, seguir conquistándola, lentamente y que, en un tiempo, talvez mucho o talvez muchísimo (o talvez poco), se logre mi cometido. O quizás nunca pase nada, lo cual ha de ser bueno, porque para ella será bueno y en consecuencia para mí.

Escribir de ella hará que tenga la intención acelerar un proceso que pinta como largo y tendido, y no me quiero equivocar porque fue precisamente eso lo que hice hace casi un año y no resultó como yo pensé.


Así que decidí otra vez disfrutar al máximo los minutos que pase a su lado, sin presiones ni nada, sin volar alto soñando cosas que tampoco son como se pintan, siendo amable, caballero, amigo, respetándola, amándola, cuidándola y talvez, de pronto, algún día, pierda ese miedo. O talvez no, ese no es mi asunto.


Para cerrar ese ciclo le dije por la tarde “yo te quiero mucho y de verdad no quería que sintieras que soy injusto, pero si alguna vez se te quita el miedo, me avisas”. Sonrió y me dijo amigablemente “calláte!!!”.

2 comentarios:

  1. jajjajajaja hay que te dire ,... me emocion cuando leo ajajjaj creo que te quiere romanticamente... y sutilesa es muy buena jajaj cuidate

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  2. Ja!, por qué dices eso???, será????

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