martes, 17 de febrero de 2009

MI ZAHIR

No sé qué me ha estado pasando. Estoy sufriendo de amor, quisiera verla.

El problema es que cuando la vea, no le hablaré, me falta ese valor. Aunque más que valor para hacerlo, hace algún tiempo decidí no hablarle y no puedo imaginar mi cara de tonto al platicarle nuevamente, después de una guerra inventada por mí. ¿Pensará que estoy loco?, ¿ni siquiera me hablará, lo tomará como venganza?

En realidad, debo confesar, no es la primera vez que le quito el habla, pero sí es la primera oportunidad que pasan más de dos meses sin dirigirme de ninguna manera hacia su persona; en ocasiones anteriores, pasado un mes, la llamo, la visito en su casa, le pido perdón, finjo que sólo me interesa su amistad (aunque en varias ocasiones le he dicho que a parte de amarla, me gusta románticamente) y ella acepta sonriente. Nos damos un abrazo y todo solucionado; eso de “finjo que sólo me interesa su amistad”, recién lo descubro ahora, ya que pasado algún tiempecito, empiezo a sentir otra vez cosquillas en el estómago cuando la veo; por supuesto, es mi amiga y respeto eso, pero también hay sentimientos románticos innegables, necios, al estilo “Terminator”: mitad amigables y mitad románticos.

El asunto es este: eso me hace daño. Porque después estoy con penas sobre el tema romántico. Así que decidí irme, alejarme de ella (como si pudiera dejar mi corazón y mi mente encerrados o hacerlos olvidar, o sea, como clásicamente me dicen “pero… ¿qué hago con mi corazón?” o “dile eso a mi corazón…”), y regresar hasta que no me causara problemas ni angustia su sola presencia, pero pasado algún tiempo, he descubierto que eso me causa quizás más inconvenientes.

Partamos de algo: antes del domingo anterior, nunca había tenido esta crisis de amor (o como le llamo yo “Síndrome Del Amor”, SIDA), pero es que al verla como la ví, plenamente bonita, pues algo sucedió.

Esta palabra la define a ella: BONITA. No es una chica espectacularmente atractiva (para mí sí claro, y que conste que soy muy exigente, quienes conocen mis gustos saben que no miento); su carácter es bonito, su sonrisa es bonita (de esas que hacen que te derritas), su inteligencia es suprema, su cuerpo es envidiable por las demás chicas, su estatura incluso es precisa; en realidad, ella es un buen prototipo de chica bonita, atractiva, encantadora; por si fuera poco, guarda esa pizca de inocencia y torpeza que necesitan las mujeres para que los hombres, doblemente torpes, sintamos que tenemos algo para ellas, que podemos ofrecer algo a cambio.

En realidad, me gustó. Debo decirlo abiertamente.

Mi problema es que aunque le volviera insistir mis sentimientos hacia ella, aunque me armara de valor y pasara un mal momento mientras le confieso que quiero que volvamos a hablar y que las cosas “sean como antes”, mientras le pido perdón, nos abrazamos y logramos reparar el tiempo perdido, mientras todo eso pasa, ella pues no sentirá atracción repentina hacia mí. Me quiere a la buena, quizás me admira un poco, me respeta indudablemente, pero sencillamente sabe que de la manera romántica no congeniamos, además no le gusto, así que es verdaderamente complicado vivir así.

Este es el problema más común de los amores: tú estás enamorado o enamorada de alguien (por cierto, nunca me he declarado “enamorado de alguien”, jaja, no sé por qué; bueno sí sé: porque me da miedo esa palabra, es demasiado comprometedora) y alguien no está enamorado o enamorada de ti. Ese es todo nuestro dolor, que la otra persona no nos ame tanto como nosotros a ella.

Ahora bien, a las chicas les resulta más complicado. Es decir, ellas creen que en su caso es peor, analizan que “qué vergüenza decirle que me gusta, ¿y si yo no le gusto?, ay no!, mejor no le digo”. Eso es mentira. Si una chica le dice a CUALQUIER hombre que le gusta, entonces él accederá; SIEMPRE las mujeres son las que llevan la relación, son las que permiten o no las cosas. Claro, habrá excepciones donde a él no le guste ella sencillamente, así que tendrá dos opciones: aprovecharse de la chica o negarse sutilmente, aunque con la segunda opción corre el riesgo que pasado algún tiempo descubra “lo bella que es ella” y termine enamorándose, cuando la chica ya lo olvidó “por lento”, como dicen.

Este es el mayor de los miedos en el amor: enamorarme y que no se enamoren de mí. Y justamente de eso, trataré de escribir en mi próximo post. Dicho sea de paso, tengo el reto de llegar hasta el final del asunto con esta chica, para descubrirme, para reinventarme y para poder trasladarte cada vivencia; he decido llegar hasta el límite, a costa de cualquier consecuencia. Estoy leyendo otra vez El Zahir de Paulo Coelho, quizás ese libro también me ha afectado.

Ja, un abrazo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario