jueves, 20 de diciembre de 2012

El amor

En mis relaciones románticas siempre termino siendo culpable. Al menos, eso me han dicho.

La gente se queja de mí: que soy demasiado bueno, que soy infiel (nunca lo he sido en realidad), que soy muy exigente, que "mis expectativas rebasan" a la otra persona, que soy muy raro, muy cambiante, muy extraño; o simplemente que "amo mucho".

Me he equivocado muchas veces, son incontables. Creo, ciertamente, que soy de los que va directo y dice las cosas sin rodeos, a excepción de los temas del amor.

En Guatemala decimos "chiveado", soy tímido en esas cosas. Y para canalizar mi amor, suelo huir, lastimar, golpear.

Pero definitivamente estoy convencido de cada decisión que tomo. Soy firme y confío siempre en la voluntad de Dios.

Soy paciente, pero todo tiene un fin, siempre. Un fin que, por supuesto, anuncia un inicio. Cada año que termina deja recuerdos, olvidos, cosas feas, amargas y cosas buenas, bonitas. Pero al final, nada detiene al tiempo, el nuevo año se acerca.

Me han dicho que debo pensar que "soy demasiado bueno para ella". (Digo "ella", refiriéndome a quien sea). Pero no creo ser demasiado bueno para alguien; ese pensamiento suele ser egoísta, creerme demasiada cosa o pensar que "no ha llegado la que me merece" es bastante tosco, mentiroso e irreal.

En vez de eso, deberíamos aceptar que simplemente no hemos cedido lo suficiente para "compartir" nuestra vida con otra persona.

El amor es dar, Dios es amor. Así que para recibir, primero hay que dar. Modernamente se acostumbra acostumbrarnos a recibir, para luego disponernos a dar: error.

En todo caso, quienes creen que primero deben asegurarse del amor de la otra persona, son, casi siempre, quienes están solas o solos.

En mi país mañana es un día históricamente importante. Es un cambio de era, según los mayas, al menos eso se ha dicho.

Todo, TODO, todo pasa y todo queda.

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