domingo, 16 de octubre de 2011

Historia de locos

"Él, por sus ademanes y la singularidad de sus pupilas se nota que tiene una alteración mental, quizás sólo es pasajera o a lo mejor una esquizofrenia leve" comentó firme de voz alguien que se jubiló después de 15 años de servicio en el Hospital Nacional de Salud Mental.

Se volvió así luego de "sentir" que había perdido un amor. Un amor que conquistó por las buenas pero que una vez lo había logrado, lo descuidó. Ja, como si uno no supiera que el amor se cultiva, que uno debe diariamente amar a una mujer con palabras, con hechos, con detalles o con lo que su lenguaje del amor exija.

De pronto se dio cuenta del amor que le tenía, del buen sexo o la buena comida (las tres opciones son buenas por igual) y de que si en casa tienes seguras esas tres cosas fácilmente se confunde con amor.

Ella no hizo más que dejar de amarlo, amar a alguien más y sentirse amada, deseada y bella por primera vez (inexplicablemente pues tuvo una relación de siete años).

Ahora qué quedaba? Básicamente guardar el amor de ella. Lo más sabio, momentáneamente, era que ella guardase su amor, que lo negase de ser necesario. Uno debe mantener la cordura y no jugar contra lo que podría provocar estallidos.

El amor, el deseo, la pasión y la necesidad nos ciegan. Nos hacen hacer llamadas de medianoche, llorar, decir cosas que nunca antes dijimos ni diríamos bajo ninguna circunstancia.

Todos tenemos un poco de locos y esa locura sale como cuando alguien frota la lámpara mágica. Cuidado con la locura.

El amor es puro y cuando esa pureza se ausenta, no es amor aunque se crea.

La chica fue inteligente y decidió inicialmente conversar de frente con el chico, le explicó muy calmadamente las razones por las que lo había dejado de amar, le contó que no estaba enamorada de nadie ni nadie de ella, le pidió perdón porque cuando a uno lo dañan eso hay que hacer. Lloró con él, porque las lágrimas de una mujer entorpecen a un hombre; le dijo cada una de las cosas que no pudo, no quiso o le dijo a medias antes y que eran la razón de haber dañado su corazón. Ella lloró de verdad. Sin reclamos, le hizo ver que nunca fue el hombre del que se enamoró con el que ella soñó.
Él juró que cambiaría. Ella no dijo "no lo creo" ni "ahora ya no me importa", aunque lo pensó, sólo asintió porque la nueva circunstancia de su vida le exigía el protocolo inteligente.

La historia se continúa escribiendo. Ella puso pausa sabia y precabida a su amor. Él, después que ella expuso la situación a los padres del chico, se calmó. Claro que ella "no quería molestar" a los suegros, pero sabía que sólo así, por el respeto a ellos, él reaccionaria.

Dios se apiadó de ambos.

P. D. Basado en hechos de la vida real. Las afirmaciones son todas reales, sólo se les agregó estética.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario