jueves, 14 de octubre de 2010

Relatos de mi vida (parte VIII ¿y final?)

Una compañera de universidad me dijo que le gustaría que alguien la amara como yo la amo a ella.  Una lectora del blog mencionó que daría cualquier cosa porque alguien la amara siquiera parecido de como yo la amo a ella.  Pero ella, a la que amo, sólo le gustaría que yo no la amara como la amo, para no tener que lidiar conmigo.

Cuando la conocí era niña.  Mi único primo me invitó a una actividad recreativa y allí estaba ella.  Francamente no me impresionó y, la verdad, no la recuerdo muy bien, pero sé que estaba en aquel lugar.  Jugamos basketball y volleyball, que por aquellos años solía practicar.

En ese tiempo ella casi no sonreía, especialmente para fotografías; no quería quedar retratada para el recuerdo mostrando el tratamiento de ortodoncia que tenía.  Admito, curiosamente, que a mí sí me gustaba así, lo que pasa es que ahora me gusta más.

Trabé una amistad muy especial e importante con su hermana, por asuntos de Dios trabajábamos en jornadas de hasta diez horas diarias.  Su hermana es del tipo de amigas que saben lo que sientes, lo que piensas y lo que dirás con sólo verte.

A todo esto, la mujer (que se convirtió de niña sin que lo notara.  Con honestidad no sé cuándo pasó a mujer, pero es una hermosa mujer.  Por eso disfruto verla llegar, la disfruto por completo, devoro cada detalle de su ser, la experiencia de observarla es aquella que sientes cuando te quedas sin palabras al ver una obra de arte) que hoy amo era sólo la hermana simpática de mi mejor amiga.  Ella nos interrumpía con su uniforme escolar y así me fue conquistando, sólo con ser.

En buena medida, dedico este blog a ella y ahora estoy seguro que es la mujer que más he amado en mi vida.  Quizás algún día ame más y mejor a otra, pero hoy es ella.  Quisiera que no hubiera otra, pero ella no está interesada en mí (no la culpo) así que quizás no esté  interesada en mí porque no es para mí (aunque lo dudo y no pregunten por qué).

La he amado casi de todas las formas posibles: en silencio, con locura, con ternura, con rudeza y machismo, con un toque romántico, etcétera.

Ella argumenta que "aún no sabe" (vaya gran argumento).  El problema es que eso me hace amarla más, para que sí sepa.  Si dijera "no" la amaría igual más, para que dijera "si".  Y si dijera "si", me haría increíblemente feliz.

Este relato no tiene fin porque aún no sé cómo termina.  O quizás ya terminó.

Te amo.

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