martes, 28 de septiembre de 2010

Relatos de mi vida (parte VII)

Pelirroja, con muchísimas pecas en su rostro, corta de estatura, rellenita.  Pensándolo bien, no era tan bonita, no sé qué le vi.

Hasta ese entonces nunca amé a nadie con tanta desesperación como a ella.

Estaba en un grado inferior al mío donde estudiábamos, por lo tanto, había un nivel de admiración de su parte.  Las chicas siempre admiran a los chicos más grandes.  Supongo que es una cosa de madurez, normalmente los de su misma edad son una bola de inmaduros (eso dicen ellas).

Entre la bodega y el salón de matemática se formaba una especie de corredor.  Allí, unos días antes de que terminara el ciclo escolar y empezaran las vacaciones me confesó que yo le gustaba.  En ese entonces yo no estaba interesado en ella, pero para que no me pasara lo mismo, me adelanté.  La llamé en el período vacacional, justo antes de que éste terminara y le dije que no había hecho otra cosa más que pensar en ella.  Pareció sorprendida.

Los primeros días del nuevo ciclo escolar le hablé, me acerqué a ella y un día me llamó a una esquina y me dijo "antes que digas cualquier cosa quiero decirte que no.  No".  Ese día fue uno de los más tristes de mi existencia corta.  Pasé la tarde en mi habitación, cabizbajo.  Mi papá me preguntó que por qué estaba triste, él que me conoce tanto lo supo sin saberlo.

Ella me rompió el corazón.  No entendí por qué si hacía un par de meses le gustaba ahora me decía no!!!!! Qué acaso las mujeres son locas?! por qué no se deciden ya?!

Pero eso provocó que le escribiera una carta.  Una carta que se convirtió en otra y esa otra en otra.  Solía escribir en mis períodos libres en un cuaderno de espiral y luego lo transcribía a la computadora, lo imprimía y se lo daba. Como empezó a convertirse casi en una carta diaria, decidí entregarle mejor todas los viernes, para no abrumarla.

Descubrí que sus amigas tenían copias de mis cartas, para presumirlas, para sentir que algún "príncipe azul" se las escribía a ellas.  Otras chicas me hablaban, me pedían que les escribiera algo, me contaban sus historias y querían que las ilustrara con letras.  Un amigo me pidió que le escribiera una carta a una chica que él pretendía, pero no funcionó porque ella se dio cuenta de que eran mis letras. Es que ella había leído mi cuaderno y se quedó enamorada de mis letras, según dijo.  Obviamente me identificó rápido.

Noté que a todas les gustaba lo que escribía y que sin duda sus amigas le decían que por qué no me hacía caso.  Una de ellas, me dijo una vez "no te aburrís de escribirle tanto y no ser correspondido?" sonreí y le dije que no.

Una vez le dije a un buen amigo que le dijera a ella que me llamara porque había pasado algo urgente.  Al llegar a mi casa recibí su llamada.  Ella expresó "Ever dijo que había pasado algo urgente, qué pasó?", le respondí sin mediar palabra "en realidad para mí es urgente escuchar tu voz, es urgente saber que estás del otro lado del teléfono, para mí es urgente saber que estás bien del otro lado, me urge hablarte, escucharte".  Por su expresión, pienso que se sonrojó (tienen que ver a una pelirroja sonrojada).

Nunca me correspondió.  Sólo me hizo pedazos el corazón.  Me dijo que le gustaba y luego se echó para atrás.  Admito que decirle a una chica "te amo intensamente" o cosas así, son motivo suficiente para que ella salga corriendo.  La diferencia entre una niña y una mujer es que la niña huye del amor de su vida, y la mujer decide amarlo.

Ella era niña, como yo era niño, pero con mente adelantada.  Por aquellos años, ella sólo debió querer tener un novio, besarlo, tomar su mano y llamarlo a escondidas por las tardes.

Yo era demasiado pretencioso. Yo la quería y la quería para siempre, para mí.  Imaginaba su vida a mi lado, mi vida con ella.  Era idiota pensar eso a una edad tan corta, pero pues eso pensaba, qué culpa tengo.  Ahora con el tiempo sé que obviamente no estaba listo para nada de eso, porque hoy aún no lo estoy.

La amé con cada letra que escribí.  Le escribí decenas de cartas.  Al final, le entregué todas las cartas y el cuaderno que llené de palabras de amor para ella.  Me dijo "gracias por el testamento" y sonrió.

Me gustaba.  Aunque descubrí que no la amaba tanto como creí amarla.  Ella fue convirtiéndose en una excusa para escribir.  No era en realidad un amor tan dramático como el que decía tenerle.  Pero amaba escribir y usarla a ella como referente.

NO la amaba tanto a ella, como a mis letras.

Pero me dolió el corazón, ella hizo doler mi corazón.

Me dediqué a conquistarla (con las limitaciones del caso, era sólo un chico) y no conseguí NADA.  NADA, NADA.

Quizás ella nunca me olvidará, o tal vez al verme me desconoce.

Ella fue la que provocó que yo empezara a escribir.  Y eso se lo agradeceré de por vida.

Por qué no pudo amarme? no comprendo.

Después de ella, a quien en realidad ahora sé que nunca amé, ya no volví a interesarme en ninguna mujer, hasta varios años después.

A la mujer de ahora.  A ella.  A quien le he escrito muchas letras y que a la fecha tampoco he conseguido nada.  Quizás nunca lo consiga o quizás sí.

Pero juro solemnemente que mis intenciones son buenas y reales.  La amo.  La amo de verdad.  Y ahora, agradezco a Dios tener la madurez para aceptar su no amor.  Agradezco infinitamente que no ha mentido respecto de sus sentimientos, prefiere un no sé, antes que equivocarse.  Prefiere cualquier cosa, antes de doler mi corazón.  Pero el tiempo pasa.

Ella, es la que protagonizará el último relato de mi vida.  Continúa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu comentario