jueves, 24 de abril de 2008

Ella tenía una confusión del alma. Algo (o alguien) la tenía atada a sus recuerdos, a uno en especial.Lisiados del alma, paralíticos espirituales.

Él la amaba con toda su alma, como a su propia vida. Tenía sueños, potencial para lograrlos y quería conquistarla.

Ella quería ser conquistada, pero todavía no tenía certezas. Le parecía increíble, todo apuntaba - según ella - que era "él", pero algo, saber qué, no le alimentaba la seguridad requerida para afrontar el resto de su vida.

Él, a diferencia de la mayoría de hombres, entendía un poco al respecto. No era de los que se dejan guiar por la pasión y la locura, prefería la certeza, la convicción, la tensión y aseguraba que eso no le quitaba pasión a la relación, si no que aumenta el equilibrio y felicidad.

Ella tenía cierta madurez, pero poca experiencia. Él una combinación de ambas, aunque tampoco era alguien muy experimentado ni muy maduro.

Él admiraba la integridad de la chica.

Ella simplemente lo respetaba, lo admiraba, le gustaba ser guiada por él, por varias razones. Primero porque sabía de su capacidad y su profundo amor por ella, segundo porque cuando se descubría sujetándose a él, ya lo había hecho involuntariamente, por lo que suponía que lo amaba.

Ambos apostaban por esperar.

El tiempo diría el futuro.

Lo que ninguno de los dos sospechaba era la intervención de alguien más, alguien superior, distinto a ellos.
Desde hacía varios años él había decidido guiar su vida por el mundo espiritual, de lo que no se ve. Era abiertamente fanático y le gustaba que le llamaran así. Al fin y al cabo, daba todo por ese mundo paralelo, que según él le daba realidad y sentido al otro, al que es normal para los demás.Ella compartía eso, con pasiones especiales que coincidían en unión entre ellos.

Él, la fuerza sobrenatural, alguien divino, Dios, había planeado cada detalle para que se conocieran, para que se hicieran amigos y para, como decían los adolescentes, se hicieran más que amigos. Sólo debían prepararse, no dedicarse a "esperar", sino confiar en sus deseos.Es que si ella tenía la certeza, lo arruinaría todo. Daría por sentada la relación y estropearía el plan divino. Y además, él se involucraría con ella muy rápido, le gustaba acelerar los procesos.
Quizás nunca vivirían juntos. Aunque él le aterraba la idea, raramente. Siempre fue alguien solitario, que no dependía emocionalmente de alguien, pero esta era una excepción, de esas que hacen tomar decisiones atrevidas y que marcan el curso de una vida.Quizás vivirían juntos, y como todos los jóvenes, soñarían que su amor sería una historia qUe se repetiría a partir de ellos.
¿Y el tiempo?, era sólo alguien que jugaba con la paciencia.

Se estaban conociendo, y se estaban gustando y ese era el problema.

¿"Problema"?, en realidad bendición; es sólo que la conciencia mutua de "no estar preparados" les hacía negarse. Pero, en no mucho tiempo, consolidarían sus ideas románticas al respecto y darían juntos, los primeros pasos del resto de sus vidas.

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