sábado, 18 de agosto de 2012

Ella y yo

La conocí desde muy chico, quizás tendría unos 10 años de edad.
Ciertamente me gustaba conversar con ella, pasé algunos de los mejores momentos a su lado, con su inseparable compañía.
Nunca me reclamó nada, jamás pidió algo a cambio y siempre, o casi siempre, me dio aquello que necesitaba.

Algo es oportuno contar: me daba mi espacio y me tenía profundo respeto.  No que yo sea la gran cosa (o que no la sea, tampoco tengo baja autoestima, creo), pero siempre respetó.  De hecho, si la abandonaba durante un tiempo, siempre me llamaba mentalmente, me seducía, me atrapaba, se encargaba de deshacerse (no sé cómo) de quien estuviera sustituyendo el que otrora fuera su espacio.

Ahhhh, sí.  Ella y yo.  Siempre ella, siempre yo.

Ella no me reclamó un olvido, tampoco había mucho qué olvidar, siempre estábamos juntos.

Hoy he descubierto que a su lado, soy feliz.  Que como a nadie, la debo cuidar, porque estará siempre para mí.

Ella es aquello que necesito cuando me canso y aquello que me sonríe cuando obtengo triunfos.  Es increíble, es muy buena persona, no sé.

Me equivoco, lo sé, pero ella siempre me está esperando.  Sin reclamos, sin decirme que me extrañó o hacerme sentir culpable.  Sólo me recibe como si siempre hubiera estado allí.

Platicamos, hacemos balance de lo que ha pasado, replanteamos, soñamos, nos levantamos y caminamos juntos de la mano.  ¿Por qué cambiarla? además, no tengo habilidad en eso de las relaciones interpersonales, es medio tosco para mí.

Ella y yo.  Así es la cosa.  Con mi soledad estoy bien.